50 EMILIO DE DIEGO GARCÍA
La batalla de la opinión pública
La inmensa mayoría de los españoles, analfabetos más de la mitad de
ellos, apenas sabía nada de Marruecos, como ya dijimos. Sus preocupaciones
vitales estaban muy lejos de un proyecto colonial que no sentían como
propio. La posición, predominante ante la política nacional e internacional,
era de indiferencia, apatía y algún punto de frustración en los asuntos que
pudieran afectarles negativamente, de forma directa, en el terreno personal.
¿Qué se nos ha perdido a nosotros en este asunto? Esta sería la
pregunta más repetida en medios populares. Pero tampoco un gran número
de los políticos y militares comprendían la realidad humana y socio-económica
de Marruecos y la trascendencia política del Protectorado.
La opinión pública venía a ser, en realidad, el eco de diversos mensajes
enviados a la población por los medios disponibles. Poco más, puesto
que dicha “información” se recibía de forma acrítica. La respuesta, por consiguiente
irracional, ponía de manifiesto sentimientos, incluso atávicos, y
emociones de gran simplicidad y violencia. No existía una opinión pública
sino varias, en correspondencia con los distintos grupos socio-económicos,
lo cual provocaba crecientes enfrentamientos entre la población. Este mecanismo
agudizaba la fragmentación y la confrontación social, a la vez que el
temor de los políticos y el debilitamiento de la acción colonizadora militar
y civil.
A diferencia del entusiasmo general suscitado por la guerra de África
(1859-1860), la reacción frente al Protectorado español en Marruecos fue
diversa, y en gran medida hostil, especialmente entre 1912 y 192738. Aunque
la batalla de la opinión había empezado ya, con fuerza, desde los acontecimientos
del periodo 1907-1909. Esta actitud, reflejada en la “opinión
pública”, se sustentaba más en los sentimientos que en el conocimiento;
movida antes por la pasión que por la reflexión, como ocurre siempre, o
casi siempre. Contribuía a ello, como diría T. García Figueras, que, salvo
excepciones, los periodistas, los literatos y los políticos hablaban o escribían
de Marruecos sin entender los problemas que planteaban. Y lo que es peor
–añadía- sin sentirlo. Un espíritu de crítica, por injusto que fuera, daba a su
autor el título de africanista39.
También los intelectuales manifestaron su división entre los partidarios
de la acción española en África y los que se oponían a la misma. La rup-
38 Mainer, José Carlos: op. cit., tomo II, pp. 201-221.
39 García Figueras, Tomás: Marruecos. Edic. FE, Madrid, 1944. El ambiente político a las
alturas de esta publicación favorecía la exageración crítica contra los que defendieran
tesis abandonistas, pero no carece de un estimable fondo de verdad.
Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2021, pp. 50-74. ISSN: 0482-5748