Por entonces, Felipe II
debía prestar atención a
una rebelión en Flandes, a
una guerra de religión en
Francia y a la enemistad de
su ex cuñada Isabel I de Inglaterra,
paladín de la causa
protestante; así como a la
situación insostenible de la
hacienda española —firmó
una bancarrota en 1576—
para afrontar tan costosos
desafíos, lo que aconsejó la
suspensión de hostilidades
con Estambul en 1578.
Los turcos, también exhaustos,
no habían podido
recuperarse totalmente del
fiasco de Lepanto y dieron
por bueno retener el control
sobre el Mediterráneo
oriental, cambiando el foco
hacia sus fronteras terrestres
en Persia y Hungría.
La tregua pactada puso
fin a las grandes operaciones
navales en el Mare Nostrum romano,
pero dejó abierta la puerta a la guerra de
corso, practicada a gran escala a partir
de la década de 1580.
ÉXITO SALVADOR
Esta confrontación hispano-otomana ha
sido, quizás, minimizada por la historiografía
en comparación con las grandes
empresas de la monarquía española en
Europa o América. Sin embargo, sus
contemporáneos la percibieron con tintes
apocalípticos, ya que
vivían atenazados por el terror
de la bajada del turco
en cada primavera.
La gran victoria de Lepanto
trajo esperanzas, la
prueba de que se podía
contener al imperio oriental
si existía concordia entre
los príncipes cristianos: la
historia daría ocasión para
demostrarlo en los futuros
sitios de Viena (s. XVII y
XVIII). Sin el apoyo de
toda Europa, la capital austriaca
habría sucumbido al
poder de la Sublime Puerta.
Germán Segura García
Fotos: Hélene Gicquel
suerte del combate. Trabadas
sus tablas, una piña
de naves se formó alrededor
de las capitanas para
alimentar el confuso cuerpo
a cuerpo, donde la infantería
de ambos bandos
disputó las cubiertas con
reiterados asaltos.
UN BAZÁN DECISIVO
La providencial llegada con
refuerzos del avezado y
sobresaliente almirante español
Álvaro de Bazán desequilibró
la balanza a favor
de los cristianos, que dieron
muerte a Alí Pacha y rindieron
sus galeras, así como las
del ala derecha turca.
Solo el flanco izquierdo,
dirigido por el experimentado
Uchalí, consiguió algún
éxito al lanzarse por el
hueco abierto entre el centro
y la derecha cristiana,
Modelo de la
galera Real de
Juan de Austria.
fruto de la arriesgada maniobra de Juan
Andrea Doria. Pero victorioso el centro
cristiano, el pronto socorro de Juan de
Cardona y Bazán pusieron en fuga al renegado
arráez, que tuvo que abandonar
sus presas y seguiría constituyendo una
amenaza desde su base en Argel.
El combate había terminado. Por parte
otomana, casi 200 naves malogradas
y cerca de 30.000 bajas entre muertos
y prisioneros, mientras que las fuerzas
cristianas perdieron una docena de galeras
y unos 8.000 hombres
(2.000 españoles), aunque
liberaron a 12.000 galeotes.
La victoria de la Liga no
dio los resultados estratégicos
esperados, pero frenó la
dinámica expansiva turca
en el Mediterráneo.
Los recelos y diferencias
dentro de la alianza cristiana
la llevaron a desintegrarse
a partir de 1573: Venecia
concertó una tregua con la
Sublime Puerta a cambio
de privilegios comerciales
y España recuperó efímeramente
Bizerta, Túnez y
La Goleta, que volvieron a
poder otomano al año siguiente.
Más de 80.000
hombres lucharon
bajo la bandera de
la Liga; la fuerza
otomana incluso
superaba esa cifra
Pendón de la Santa Liga que participó en Lepanto durante
su «visita» al Museo Naval de Madrid en 2017.
Octubre 2021 Revista Española de Defensa 63