construcción y transporte de los trece
bergantines, imprescindibles para
la batalla final que Cortés hace tiempo
tiene en mente. Este transporte
tuvo lugar a lo largo de 90 kilómetros
con el apoyo de ocho mil indígenas;
sin duda, una operación logística espectacular,
como así lo hace constar
el Capitán General.
La tercera carta
tiene una clara
y marcada
personalidad que
la distingue de las
dos anteriores.
Nos encontramos
ante un diario
de operaciones
militar
Tras la toma de la base de partida
inician los españoles la primera fase
de la campaña, que consistirá en rodear
las orillas de la laguna asolando
las ciudades que en ella se asientan,
a modo de escarmiento en recuerdo
de la Noche Triste y, sobre todo, como
advertencia y demostración. De vuelta
en Tesaico/Texcoco, la base, Cortés
está listo para iniciar el asalto final
a Tenochtitlán con la ayuda, de nuevo
providencial, de tres navíos cargados
de hombres y pertrechos que acaban
de llegar a Veracruz.
Tras la revista del 28 de abril de 1521
se inicia el movimiento final sobre la
capital de los mexicas. Cortés cuenta
con ochenta y seis caballos y más
de ochocientos hombres, y, aunque es
consciente de que se encuentra posiblemente
en el momento cumbre de
su carrera, no intuye la enorme dureza
de la batalla que tiene por delante.
Su táctica consiste en asegurar las
guarniciones que rodean la ciudad, a
donde envía a sus tres principales capitanes.
El avance en la ciudad se hará
por barrios, asegurando y cegando,
mediante zapadores improvisados,
los puentes eliminados por los aztecas
y con el apoyo desde el agua de
los bergantines. El objetivo final es la
plaza central del Tlatelolco, hoy conocida
como el Zócalo o Plaza de las Tres
Culturas.
La resistencia será feroz, con algunos
reveses dolorosos para los españoles,
que en algún caso hacen peligrar
la vida del propio Cortés. Los últimos
días contemplan un avance casa por
casa, con la destrucción y explanación
de las mismas, metro a metro,
con los aztecas al borde de la inanición
y sirviendo de trofeo y manjar
para los aliados de Cortés. La batalla
descrita funciona como auténtico
manual de combate en población, con
los caballos ejerciendo como los modernos
38 / Revista Ejército n.º 967 • noviembre 2021
carros de combate, abriendo
paso a la infantería y la toma de pequeños
bastiones mediante la lucha
cuerpo a cuerpo; finalmente, las distintas
columnas de Cortés penetran y
se juntan. Es el estertor final del Imperio
azteca. Guastamucin, el señor
sustituto de Moctezuma, es apresado
mientras intenta huir en piragua
por la laguna. El conquistador subraya
la importancia de los hechos, más
de 50 000 muertos y 75 días de asedio;
estamos a 13 de agosto de 1521.
Es curioso, pero en la escalera de honor
del Palacio de Buenavista de Madrid,
sede del Cuartel General del
Ejército, donde se pueden ver en bajorrelieve
los nombres de los principales
hechos de armas de los ejércitos
españoles, se encuentra el de Otumba
y no el de Tenochtitlán, y es que pocas
veces hay gloria para los que asedian,
perteneciendo esta a los asediados,
como lo atestiguan Sagunto, Numancia,
Zaragoza, Gerona o el propio relato
de los vencidos en Tenochtitlán.
Cortés no se olvida tampoco de pagar
tributo y homenaje en su relación a
Istzamozil, el líder de los tlaxcaltecas,
sin cuyo concurso no hubiese sido posible
vencer la resistencia azteca.
Se inicia tras estos hechos la etapa
de Cortés gobernante, casi inmediatamente,
con la decisión de reconstruir
la capital para mantenerla como
eje del que será el virreinato de la Nueva
España. También en las líneas finales
nos da cuenta de las nuevas sumisiones
de importantes reinos del
área mexicana, quienes, sabedores
de la nueva situación, se apresuran
a adaptarse al nuevo statu quo en el
subcontinente. Explica también Cortés
al emperador cómo ha iniciado la
expansión, teóricamente en busca del
paso del sur, es decir, de la vía directa
al Pacífico, que seguía siendo la gran
apuesta para España. Además, envía
a Diego de Sandoval, uno de sus mejores
capitanes, en misión de escarmiento
y pacificación hacia algunas
de las provincias que en el pasado se
habían levantado y, a la par, con el más
importante objetivo de fundar la ciudad
de Medellín. Ya sabe bien el gobernante
que para controlar el territorio
será necesario extender una red de
administración española. En relación
con esta administración, se observa
ya cierta evolución en el pensamiento
de Cortés, como él mismo resalta
cuando hace referencia a la consigna
de naturales, no de números, a disposición
de los españoles. Claramente
nos encontramos ante el florecimiento
de la encomienda que ya había sido
puesta en entredicho y que el propio
Cortés había criticado, pero que ahora,
ante la circunstancia del gobernante,
justifica, tolera o utiliza.
Finaliza esta carta de relación con
la aparición del veedor Cristóbal de
Tapia, con quien el conquistador no
llegará a entrevistarse antes de que
aquel regrese a La Española pero que
ya nos avisa de lo que, desgraciadamente,
será una larga cadena de incomprensiones
administrativas para
Cortés que le acompañará hasta su
muerte.
CARTA CUARTA. DEL
GOBERNADOR Y CAPITÁN
GENERAL DE LA NUEVA
ESPAÑA, DON FERNANDO
CORTÉS, AL AUGUSTO SEÑOR
DON CARLOS EMPERADOR Y
REY DE ESPAÑA
Esta cuarta carta deja ya entrever un
cambio profundo en la actitud de Cortés;
un trasfondo político y justificativo
la impregna de principio a fin. La
parte más dura de la conquista del
Imperio azteca ya ha finalizado y ahora
compete el asentamiento y mantenimiento
del mismo. El gobernador
funda nuevos asentamientos como
Espíritu Santo, allá por el Yucatán, y