6. EL ASEDIO
Flandes fue un lugar con muchísimas
plazas fuertes, por ello es que en la
larga guerra que allí se mantuvo hubo
muchos asedios. David Sánchez Escolano
(2011) establece que el éxito
del sitiador dependía de la ciudad
que se decidiera sitiar.
a) SITIADORES
Lo ideal, evidentemente, era asfixiar
la plaza mediante el cierre de sus comunicaciones
y evitando que los suministros
les llegasen, además se
construían fortificaciones aledañas
para impedir que nadie saliese de
la ciudad. Todo ello era fundamental,
pues la plaza debía ser batida
lo antes posible evitando un asalto.
Normalmente el sitiador debía abrir
brechas en las fortificaciones a través
de la artillería o mediante minas,
por lo que el trabajo de los zapadores
era increíble. Aun así, lo que siempre
se pretendía o se deseaba era que la
plaza se rindiese. Juan Víctor Carboneras
(2020), en un excelente análisis
sobre los asedios de los tercios españoles,
nos muestra que debido a las
construcciones de la época los asedios
se alargaban resultando largos y
dificultosos30.
Los soldados de los tercios primero
debían rodear la plaza, acordonarla.
Para esta acción, continuando con el
análisis de Juan Víctor (op. cit.), la caballería
era vital, ya que era la encargada
de cortar las comunicaciones
de la plaza. Tras ello, era labor de los
exploradores descubrir algún punto
débil por donde poder entrar y, más
tarde, coincidiendo con David Sánchez
(op. cit.), el campamento de los
sitiadores se atrincheraba y fortificaba
alrededor de la plaza. Después, si
el asedio se prolongaba y la plaza no
se rendía, se construían plataformas
en las cuales emplazar la artillería y
con ello castigar los muros fortificados
de la plaza. En esta etapa, como
nuevamente describe Juan Víctor
(op. cit.), también se cavaban trincheras
que permitían el acercamiento
a la plaza en cuestión. A medida
que esta labor se llevaba a cabo, la
distancia de tiro era menor; los zapadores,
por otro lado, solían minar el
terreno bajo las murallas mediante
túneles.
Pero no todo era «coser y cantar»; los
sitiadores tenían que estar atentos a
cualquier movimiento, pues, muchas
veces, los sitiados intentaban alguna
escaramuza contra los sitiadores,
aunque para ello los españoles
eran expertos. Por estas situaciones
se fortificaban los campamentos y
la artillería se protegía, para evitar
que fuese inutilizada por el enemigo,
como era lógico. Además, los sitiadores
debían ir provistos de comida
y agua por si se alargaba el asedio.
En este sentido, Juan Víctor (op. cit.)
establece que la larga duración del
asedio no era beneficiosa, ya que se
podrían crear motines, aflorar enfermedades
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y un sinfín de problemas.
Así, se realizaba el asedio hasta que
los defensores se rendían o morían,
hasta que los sitiadores producían
una brecha con la artillería en los muros
fortificados y aprovechaban para
entrar por el hueco. Los escombros,
cuenta Juan Víctor, serán de vital
importancia, pues podían servir de
rampa o de pasarela a los sitiadores
para entrar en la plaza.
Evidentemente todo ello bajo fuego
enemigo que, en general, ante el
temor de entablar combate con los
tercios españoles, dispararían continuamente.
Así se observó en San
Quintín o en Breda, donde los nuestros
tuvieron paciencia y pusieron en
marcha todo su conocimiento y valor.
Una vez que cae una muralla o se
debilita una defensa, normalmente
por brechas, ya es cuestión de tiempo
que los soldados sitiadores entren
en la plaza. Mientras tanto, agazapados,
como bien define Juan Víctor,
esperan las órdenes para entrar. Los
sitiados, naturalmente, si no se rinden,
pelearán a ultranza a la espera
inevitable de que los sitiadores entren.
El intercambio caótico de fuego
y cuchilladas es sorprendente.
Si los sitiadores obtenían la victoria,
normalmente se producían saqueos
y rapiña de la plaza. Aquí destaca
Juan Víctor que era el momento esperado
por los soldados, una regla de
la guerra y un botín deseado tras tanto
tiempo intentando tomar la plaza.
Sin embargo, como bien establece el
autor en otro artículo, en muchos casos
eran los tercios los sitiados.
b) SITIADOS
Un excelente artículo de Juan Víctor
(2020) relata al dedillo cómo se defendían
los tercios cuando los sitiados
eran ellos.
Tras haberse dado la voz de alarma
ante la llegada de un contingente
enemigo, lo que primero se solía realizar
era «recolectar toda la cosecha
que les fuera posible y solicitar una
fuerza de socorro que pudiera proveer
de víveres a la plaza y que fuera
capaz de acabar con la fuerza sitiadora,
así como preparar todo lo posible
la defensa»31.
Ciertamente el sitio no gustaba,
como se ha visto, ni a sitiadores ni
a sitiados, y se intentaba evitar o, al
menos, que se alargase en el tiempo.
Pues la comida escaseaba no
solo para la población de la plaza,
sino para los soldados, y aumentaba
el temor y el nerviosismo, porque
mientras se alarga el asedio, se suceden
escaramuzas, bombardeos… y
el deseo de resistir al máximo, como
establece Juan Víctor, aparte de que
los víveres comienzan a escasear. El
autor hace hincapié en que, aunque
haya que racionar la comida, los soldados
debían estar mejor alimentados,
ya que eran los únicos capaces
de defender la plaza.
Si el asedio se alarga, como se ha visto,
los sitiadores, aparte de resistir
contra el enemigo, deben buscar comida
o agua, pues es lo que comienza
a escasear, aparte de abrigarse
o calentarse. Las bestias de carga,
afirma Juan Víctor, así como los caballos,
eran sacrificadas para servir
de comida. Sin embargo, los sitiados
deben mantener su mente despejada
y evitar que el pavor se apodere
de ellos, la debilidad hace estragos
debido al hambre y las enfermedades,
a los cadáveres y al temor a que
entren los sitiadores. En muchos casos
llegaba el socorro, como apunta
Juan Víctor nuevamente, y eso suponía
un gran alivio para los sitiados; y
en otras ocasiones la plaza no se rendía
hasta que el último hombre que
quedase hubiera muerto, como en el
caso de Castelnuovo.
Las defensas eran continuamente
reforzadas desde dentro, la artillería