224 MARCOS PACHECO MORALES-PADRÓN
Esta victoria podría haber sido un presagio de otras de mayor envergadura,
ya que Fernando III, totalmente identificado con la proyección naval
tras la conquista de Sevilla, pensó llevar la cruzada hasta el propio norte
de África, pero su muerte impidió el cumplimiento de su arriesgado plan.
El monarca fallecería en el Alcázar el jueves 30 de mayo de 1252 a los 51
años de edad. En ese momento Bonifaz tenía la armada preparada, pero los
distintos proyectos del nuevo rey Alfonso X suspendieron o aplazaron la
empresa. Don Ramón fallecería cuatro años más tarde, en Burgos, de donde
saliera casi diez años antes. De haber emprendido esta arriesgada campaña,
es probable que la Historia hubiera conocido a Fernando III como «el Grande
», en vez de «el Santo».
La conquista de Isbilya puede ser tomada como el hito que señala el
renacimiento comercial de la Europa atlántica. Una vez liberado el paso del
Estrecho de la presencia benimerí, la nueva Sevilla empezará a recorrer el
camino que le llevará a ser partícipe de la empresa americana. Entre 1248 y
1492 la ciudad no se desgajará de sus raíces portuarias. Tanto es así, que el
mismo Alfonso X cantó las alabanzas del puerto sevillano. Un maridaje de
agua salobre que haría de la ciudad la urbe más poderosa de Castilla.
Por otro lado, no cabe duda de que el principal protagonista de la
campaña de Sevilla fue la Armada; un papel que quedaría ligado a la ciudad
hasta 1648, año del traslado de la cabecera de la flota a Cádiz y, finalmente,
con la Casa de la Contratación a la misma en 1717. Durante esos largos
siglos la capital del Guadalquivir volvió a convertirse en un reflejo de aquella
Hispalis romana exportadora de ricas mercancías. Capital de un vasto
territorio y cabeza rectora de un sinfín de actividades comerciales, la Sevilla
de oro y plata de los siglos XVI y XVII quedaría vacía de contenido sin la
semilla plantada en 1248.
Revista de Historia Militar, 130 (2021), pp. 224-228. ISSN: 0482-5748