118 JOSÉ SEMPRÚN BULLÓN
dirigido por las clases superiores de cada provincia, de mayor nivel cultural
y de origen –más o menos aproximativamente– español. Así en Venezuela
y Nueva Granada, donde se enfrentarán a una fuerte reacción pro-realista
de las clases más desfavorecidas, los llaneros de Boves, los indígenas guajiros,
y los habitantes de la atrasada región de Pasto en el Sur del virreinato;
también será el caso de Chile e incluso el de Buenos Aires. Una excepción
es el del Alto Perú donde en los primeros años de la lucha los insurrectos
cuentan con importantes núcleos indígenas4.
En Méjico en esos primeros meses no se produce movimiento insurreccional
ni simplemente subversivo por parte de ningún sector de las
clases superiores; por el contrario en septiembre de ese año tiene lugar la
rebelión que acaudilla el cura Hidalgo con su célebre «grito de Dolores»
y que con un matiz fuertemente indigenista prende con rapidez en amplias
áreas de la zona media del virreinato. Los insurrectos se apoderan en pocos
días de la importante plaza de Guanajuato, a continuación de Valladolid, y
pronto avanzan hacia ciudad de Méjico, mientras sus ya nutridos contingentes
aumentan numéricamente como bola de nieve, y se entregan a todo tipo
de excesos, dando muerte a más de dos mil españoles, militares y civiles.
En pocos semanas alcanzan cifras de combatientes verdaderamente
fantásticas en comparación con las que serán usuales en toda la contienda
americana; al atacar Valladolid son ya 80.000, aunque no parece necesario
mencionar su absoluta falta de organización, disciplina, armamento moderno,
y en una palabra eficacia militar de ninguna clase. Dispondrán en cambio
de una numerosa artillería a base de las piezas capturadas, e incluso
algunas fabricadas por ellos mismos, de madera reforzada con metal.
El carácter ideológico y racial del movimiento tiene como inmediata
consecuencia hacer alinearse en el bando realista a los miembros de las
clases superiores del virreinato; peninsulares y criollos se aprestan con decisión
a la lucha haciendo causa común con las fuerzas del virrey.
Con diversos matices estos planteamientos se mantendrán durante
toda la etapa inicial y la subsiguiente; sin embargo el triunfo en España de la
revolución liberal de 1820 hará que afloren de forma incontenible las contradicciones
de dicha situación y la hagan replantearse, con las consecuencias
que en su momento veremos.
En algunas de las provincias periféricas del Norte se producen, con diferentes
matices, alzamientos a favor de la insurrección, a la que se suman de forma
pasiva. Aunque tras las primeras derrotas de ésta, elementos pro-realistas de
esos territorios se contrapronucian y vuelven al control de la autoridad virreinal.
4 Para una visión general del conflicto americano, ver J. Albi, Banderas olvidadas. Madrid,
1990.
Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2021, pp. 118-148. ISSN: 0482-5748