DEL GRITO DE DOLORES AL PLAN DE IGUALA... 133
Acaso, nos podríamos inclinar a considerar la más baja de ambas,
siempre que incluyéramos en ella las pérdidas originadas por la guerra de
forma indirecta o meramente tangencial, es decir la inmensa mayoría –por
ejemplo debidas a epidemias; en 1813 unas «fiebres», sobre todo tifus, en
ciudad de Méjico causan cerca de 20.000 víctimas–.
Prosigue durante esta etapa el envío de unidades peninsulares de refuerzo.
A pesar de la cada vez más favorable evolución militar del conflicto
su número es todavía importante, si bien ya no lo es tanto en relación con
el total de fuerzas enviadas al Continente americano; llegan en 1815 el regimiento
de Órdenes Militares con dos batallones y el batallón de infantería
ligera de Navarra, con unos efectivos totales de 3.000 hombres; ya en 1817,
llega el regimiento de Zaragoza, también con dos batallones y unos efectivos
de 1.700.
En 1819 son enviados a la Habana, donde se puede contar con ellos
como eventual reserva inmediata el Segundo de Cataluña y el Segundo de
Málaga. Igualmente es enviado a una posición de reserva estratégica el Primero
de Cataluña que llega a Panamá en 1815.
Aunque de estas reservas, ninguna llegaría a ser desplegada en Nueva
España, a excepción de contingentes del Segundo de Cataluña, que como
veremos participarán en la defensa de la última posición realista. La proporción
de las fuerzas que llegan a Méjico sobre las que parten de la Península
tras la terminación de la guerra contra Napoleón es aproximadamente de un
veinte por ciento.
Las fuerzas virreinales, peninsulares o autóctonas son desplegadas,
de forma casi siempre independiente, en las zonas de operaciones; así pues
las unidades expedicionarias se encuentran normalmente situadas en puntos
distantes entre sí y actúan con escasa conexión. Lo que en estos momentos
de la contienda no tiene, como es lógico, consecuencia especial; antes bien
es conveniente la presencia de fuerzas expedicionarias en un despliegue lo
más amplio posible en el extensísimo teatro de operaciones. Sin embargo,
como veremos, dificultará una –eventual– reacción coordinada contra el
pronunciamiento trigarante.
Poco a poco van cayendo o abandonando la lucha los principales jefes
de guerrillas: en 1817 capitula Mier y Terán en Cerro Colorado, en febrero
de ese año se rinde Osorno; López Rayón es entregado por otro jefe insurgente,
Nicolás Bravo –que por su parte abandonará pronto la lucha– en
marzo; condenado a muerte, la sentencia no será ejecutada.
Sólo quedarán en activo, de esos principales jefes, Vicente Guerrero
y Guadalupe Victoria, ambos futuros y efímeros presidentes de la
República –el primero de ellos destinado, como tantos otros caudillos de
Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2021, pp. 133-148. ISSN: 0482-5748