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Portaviones Vikrant. (Foto: www.wikipedia.org)
por el tortuoso camino marcado por el nacimiento de la independencia en
paralelo de India y Pakistán en 1947, habiéndose producido la guerra entre
ambos Estados en cuatro ocasiones hasta la actualidad; por su disputa fronteriza
con China en el Himalaya en 1969; y por su equidistancia con la Unión Soviética
para no verse implicada en la Guerra Fría. Todo ello para mantener una frágil
autonomía estratégica que en años recientes la obligan a importantes esfuerzos.
La orientación política introducida por el nacionalismo que alimenta el BJP de
Modi se diseña para el 80 por 100 de la población que es hindú, y la hindutva o
«hinduidad» por él propiciada se apoya a la vez en la idea, común a rusos y a
chinos, de que la nación india debe hacer frente desde antiguo a agresiones ex-teriores,
desde las del longevo Imperio mogol —musulmán y descendiente del
Gran Tamerlán— hasta las de los occidentales holandeses de la Real Compañía
de las Indias Orientales en el siglo XVIII o las de los británicos en el siglo XIX.
Es significativo observar cómo China evita a India en la ambiciosa iniciativa
de la Ruta de la Seda anunciada por el presidente Xi Jinping en 2013. La doble
dimensión terrestre y marítima del proyecto One Belt, One Road (OBOR) evita
a India tanto en lo terrestre como en lo marítimo, apostando firmemente por países
de su entorno como Pakistán, Bangladesh, Myanmar o Sri Lanka, y ello es
reflejo de una tensión que viene de antiguo que no impide a ambas grandes po-tencias
compartir pertenencia a siglas como BRICS (Brasil, Rusia, India, China
y Sudáfrica), pero sí a la susodicha iniciativa china de enjundia, la también co-nocida
como Belt and Road Initiative (BRI). Además, el breve —pero cargado
de simbolismo— enfrentamiento en el valle de Galwan, en la frontera con
88 Julio