OTROS
Así se llega a la concreción de la idea inicial en la nueva unidad, que cristaliza el 20
de septiembre de 1920 con la filiación del primer legionario. Siguiendo su «espíritu»,
esa es la fecha que los primeros mandos consideran como la fundación del Tercio
de Extranjeros, prefiriéndola al día en que se publicó en el BOE, el 28 de enero del
mismo año.
Este aspecto de la recluta de los nuevos soldados profesionales, los legionarios,
es motivo de un especial estudio por el autor: le llama la atención el éxito del
llamamiento y la abundante incorporación de voluntarios. El general Casas hace un
estudio detallado de sueldos de la época, con los diferentes conceptos de mejoras
o sobresueldos y en varios estratos sociales, llegando a la conclusión de que un
legionario recién enganchado tenía el poder adquisitivo de un obrero bien asentado
en una fábrica, y que las posibilidades de mejora le permitían, mediante ascensos o
premios, alcanzar en poco tiempo el de un obrero especializado.
Se pasa a describir inmediatamente las primeras acciones de La Legión, las primeras
bajas, el primer muerto. La Unidad empieza a desplegar todas sus capacidades,
haciendo ver inmediatamente al poder político la rentabilidad de su creación. Se
detiene el autor en la descripción de dos acciones trascendentales dentro de las
operaciones llevadas a cabo en las campañas africanas: éstas son la llegada a
Melilla y recuperación del territorio tras el desastre de Annual, y el desembarco de
Alhucemas en 1925 formando parte siempre de la vanguardia más expuesta en
el combate.
Mención especial merecen dos capítulos concretos. En el séptimo, titulado
«Valenzuela, el sacrificio», rinde homenaje al nuevo jefe del Tercio de Extranjeros,
que sucede a Millán-Astray. La muerte del teniente coronel Rafael Valenzuela
Urzaiz en Tizzi Azza (junio de 1923), junto con sesenta y seis de sus legionarios,
refrenda con los hechos los espíritus del Credo del fundador. El octavo capítulo
describe el dolor que produce la orden de retirada de Xauen y el cumplimiento de
la misma a pesar de las dudas sobre las intenciones abandonistas del dictador
Primo de Rivera.
Los capítulos dedicados a la Guerra Civil se centran casi exclusivamente en
la descripción de la generación de nuevas banderas y su ubicación en las
principales batallas. Ésta es, quizás, la parte menos atractiva del libro, aún sin
desmerecer la correcta descripción histórica de los sucesos.
Finalmente, los últimos capítulos explican el conflicto surgido en los años 50
y 60 en los territorios de Ifni y Sáhara español. El relato histórico vuelve a
tomar aquí el interés dramático al que nos tiene acostumbrado el autor. Hay
menos unidades legionarias y menos acciones militares, lo cual simplifica la
descripción. A esto se unen dos aspectos importantes: el general Casas conoce
el conflicto de primera mano porque ha estado desplegado en esos territorios
como oficial de Estado Mayor, y esto lo demuestra en su libro La última guerra
de África (campaña de Ifni-Sahara), citado anteriormente.
El libro termina con el traslado de las unidades legionarias a Fuerteventura tras
la orden de abandono del Sáhara por parte del mando. El libro no reproduce
de forma pormenorizada las muchísimas acciones de unidades legionarias,
ni lo pretende el general Casas, pero quedan definidos dos aspectos
fundamentales de la Unidad, que son su necesidad y su rentabilidad, a lo
que se une la belleza descriptiva de la espiritualidad del fundador, que supo
imprimir de forma permanente a su Legión.
Fuente: Comisión Española de Historia Militar.
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