CONCLUSIÓN
Explicaba Ortega que el lugar auténtico
del ser humano no es la naturaleza,
sino una realidad transformada gracias
a la técnica, una sobrenaturaleza que
se convierte en elemento central de la
constitución del hombre. Si el resto del
reino animal se adapta al medio, el hombre
adapta el medio a su necesidad primordial,
que es la de ser feliz (por eso
necesita el wifi y ya después, una vez
conectado, calentarse, comer, conocer,
amar, etc.).
En esencia, la digital es una tecnología
de control porque se aplica fundamentalmente
para gobernar procesos que
tienen una base tecnológica no digital.
Si gracias a la técnica el hombre crea
sobrenaturalezas, la tecnología digital
es una sobretecnología. Esta es una envoltura
que ha modificado nuestro trato
intuitivo con la realidad material, sustituida
por información prediseñada para
facilitarnos la vida (hasta llegar al metaverso).
No obstante, como apunta la
profesora del MIT Sherry Turkle, «lo que
la tecnología permite no siempre es lo
que alimenta el espíritu humano». Estamos
hiperconectados, pero solos28.
Ortega sostenía que «la moral es … la
exactitud aplicada a la valoración ética
de las acciones humanas». Hoy reina la
exactitud gracias a la tecnología, pero
es muy posible que la revolución que
estamos viviendo no sea tanto la de la
tecnología, sino la de su conexión con
lo humano. Esa conexión se produce en
la dimensión moral que necesita el soldado
para aplicar la inteligencia artificial
en el combate. Para ello, requiere una
construcción ética previa que dé razón
y sustento a la adaptación de los códigos
morales a la nueva realidad. Frente
al uso de estas tecnologías poderosas,
que, más allá de la labor transformadora
de la realidad, han creado una realidad
distinta, el soldado requiere un código
de valores robusto que siga defendiendo
la verdadera dignidad humana.
El riesgo es que la rapidez de estos cambios
nos hurte la perspectiva; para evitarlo,
conviene recordar las preguntas
del sentido, de dónde veníamos y adónde
nos dirigíamos, justo cuando la tecnología
pugna por convertirse en una
nueva construcción social. En ella, la
ubicuidad de Internet y las herramientas
de gestión de la información que llevamos
en los bolsillos han hecho alcanzable
la idea del conocimiento universal:
por primera vez en la historia de la humanidad,
18 / Revista Ejército n.º 976 • julio/agosto 2022
todos los cerebros del mundo
pueden estar conectados; la información
fluye a la velocidad de la luz y alcanza
todos los rincones del planeta, haciendo
posible que todos compartamos
el mismo conocimiento. Pero no sabría
decir si este es el conocimiento universal
aristotélico o, simplemente, que todos
accedemos al único conocimiento
que se nos ofrece.
En realidad, elevar la inteligencia artificial
a la categoría de persona supone
rebajar la dignidad humana o, directamente,
negarla de plano. Y esa dignidad,
definida como imagen de Dios o
como libertad de persona individual y
distinta a las demás, es totalmente aplicable
a cualquier individuo, tenga o no
acceso al arcano del algoritmo.
El desarrollo de los sistemas de inteligencia
artificial y sus crecientes capacidades
nos impulsan a pedir un código
de conducta moral centrado en el ser
humano y devolver a Occidente el humanismo
olvidado para que el progreso
recuerde que se debe al corazón del
hombre.
El peligro de sentir en nuestro corazón
la falta de belleza, de amor, de verdad,
de felicidad es rellenar el vacío con las
utopías de crear superhombres o de reprogramar
la humanidad29.
NOTAS
1. Citado por Adela Cortina en Ética
de la inteligencia artificial.