incrédulos, tendrían que escuchar de
nuevo la voz del poeta anónimo y descubrirían
que «el camino que han seguido
los hombres hacia la gloria está
empedrado con huesos de caballos».
Quizás algún día lleguemos a no tener
maldad y estemos armados de
paciencia como esos caballos, esperando
que la crisis, que asusta a cuantos
amamos esta parcela, sea un producto
lógico de la técnica maquinista
que vivimos, pero tengamos cuidado,
pues la vida animal es muy terca y se
reserva siempre una baza final para
burlarse de nuestra técnica.
56 / Revista Ejército n.º 976 • julio/agosto 2022
Solo me queda preguntar: ¿quiénes
eran aquellos caballeros desconocidos?
La respuesta es la de siempre,
la que ellos nos enseñaron: «¡Eran la
encarnación anónima y gloriosa del límite
humanamente insuperable de la
acción de un arma!».
Ellos nos supieron legar una tradición
y una forma de vivir. El «espíritu jinete»
que heredamos ha existido siempre y
se ha reflejado en todas las facetas de
la vida del hombre, y muchas obras de
arte son testimonio de la fascinación
que no ha dejado de ejercer en los artistas
el encanto y la elegancia del ser
más estético que existe: el caballo.
Ese sentir palpitante de un corcel entre
las piernas, que sientes como tuyo,
y tu corazón se funde con el suyo en
un puño al acariciar las riendas.
Durante muchos años, la práctica de
la equitación fue la base de esa filosofía
de vida. Hoy, en contra de lo que
muchos piensan, creo que ese espíritu
no es patrimonio de un arma o
cuerpo determinados, sino la firme
resolución de llegar al enemigo y dominarlo
con una brillante ostentación
de energía.
Con el paso del tiempo, cuando la caballería
se mecanizó (a favor de los vehículos
blindados) y dejó a los caballos
apartados de los asuntos militares,
aparecieron los deportes ecuestres
y en algunos países, como Francia, la
Escuela de Caballería del Ejército de
Saumur no se disolvió, sino que pasó
a formar parte de la ENE (Escuela Nacional
de Equitación). En esta última
es donde actualmente está ubicado
el Cadre Noir, que tan brillantes galas
y carruseles exhibe por todo el mundo
con su écuyer en chef al frente, el
grand Dieu, como tradicionalmente se
le conoce. Si en Viena disfrutamos en
el Picadero de Invierno de la Escuela
Española de Equitación, aquí en Saumur
lo hicimos en La Cour d’Honneur
de la École de Cavalerie.
En un acto altamente simbólico, un
grupo de compañeros nuestros, oficiales
de la caballería francesa, enterraron
sus espuelas en el bosque
de Charleroi, al sur de Bélgica, cerca
de la frontera con Francia. Pensaban
que con su acción acababan
para siempre con el modo de actuar
Escudo de armas del Regimiento de Caballería Acorazado «Alcántara» n.º 10
De Santiago matamoros a Santiago mataflores