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REVISTA ESPAÑOLA DERECHO MILITAR 100

Un especial ingreso en la RAE. Nombramiento como académico de número de la Real... Comienza su discurso, como es tradición, glosando la figura de su an-tecesor en el sillón, el almirante don Eliseo Álvarez-Arenas, alabando el texto de su ingreso (el poético Canto al Mar) y, sobre todo, el libro El español ante el mar, por su talante lírico y su precisa y preciosa distinción entre lo atlántico y lo mediterráneo, al que siguió su obra de madurez Del mar en la historia de España. Al comentar el último libro de Álvarez- Arenas Desde el pensar al hacer el nuevo académico se fija en una frase del mismo: «rozar el rizo», cuya definición en el diccionario de la RAE le parece mejorable, dándole ocasión para el reto que se da en su dedicación académica, desde el punto de vista aeronáutico, de añadir términos o giros ya habituales y corregir definiciones obsoletas, pues el lenguaje del aire así lo requiere para la terminología del vuelo, de los Convenios Aéreos, del aeromodelismo y de los nuevos artefactos voladores. Al enfocar el tema de las traducciones, que es el meollo del título de su discurso Servidumbre y grandeza de la traducción, con claras resonan-cias de Miseria y esplendor de la traducción, de Ortega y Gasset, lo inicia indagando lo que se entiende por una buena y una mala traducción, con sus distintas y controvertidas teorías, de las que entresaca frases como la de «si los escritores hacen la literatura nacional, los traductores hacen la literatura universal» (José Saramago), y «de que es, con la prostitución, la profesión más antigua del mundo, aunque está peor pagada», o las de Tho-mas Bernhard «Las traducciones desfiguran los originales y lo traducido da siempre asco». Menos desolador es Ortega y Gasset que en su citado ensayo aclara que «la traducción no es un doble del texto original; no es, no debe querer ser la obra misma con léxico distinto. La traducción ni si-quiera pertenece al mismo género literario que lo traducido, no es la obra, sino un camino hacia la obra». Indaga después en lo que significó la tra-ducción para la Escuela de Traductores de Toledo, según él una de las tres aportaciones de España a la historia de la Humanidad. Apoyado en García Yebra, subraya que en los siglos xii y xiii tiene lugar el esplendor y eficacia de la traducción, siendo la originalidad algo muy distinto de unos siglos a otros, pues esta originalidad es una herencia del romanticismo, que todavía padecemos. Y llega a Cervantes, para quien «me parece que el traducir de una lengua a otra, como no sea de las reinas de las leguas, griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos, pero al revés; y el traducir de lenguas fáciles ni arguye ingenio, ni elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel». En esa época, la labor del traductor en España –afirma– se venía desprestigiando, se la consideraba como trabajo servil y de pocos méritos. Así, Lope de Vega escribe: «plegue a Dios que no llegue a tanta desdicha por necesidad, que traduzca libros 529 Revista Española de Derecho Militar. Núm. 100, enero-diciembre 2013


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