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Revista de Historia Naval 131

FEDERICO MAESTRE DE SAN JUAN PELEGRÍN nes proteccionistas a impulsos de los fabricantes catalanes, grandes productores de esta industria ya desde el siglo XVIII (2). De esta manera, será muy significativo lo escaso de la importación de textiles británicos, derivado, bien de la legislación proteccionista, bien de la existencia de una intensa y floreciente actividad de contrabando este género de productos (3), en particular los de algodón, muy demandados por las clases menos pudientes dada su asequibilidad (4). España, durante gran parte del siglo XIX, se vio azotada por toda clase de contratiempos. Unos de tipo bélico, como la Guerra de la Independencia, los conflictos de emancipación de las colonias americanas o las guerras carlistas; otros de corte político, como esta última guerra o los pronunciamientos y las algaradas y conjuras liberales, a las que siguieron las desavenencias y sangrientas luchas entre los propios partidos isabelinos, moderados y progresistas, que no dudaron en empuñar las armas y acometerse violentamente a la búsqueda de la primacía política. También hubo crisis sanitarias, como la gran epidemia de fiebre amarilla de 1804 o las sucesivas habidas en Cartagena en 1810, 1811 y 1812, así como la llegada de una nueva y mortífera enfermedad: el cólera, que ya se hizo notar en 1833 y volvería a brotar con virulencia en 1865. Todos estos sucesos causaron estragos en la economía, lo que debilitó al Estado y, como consecuencia de ello, a una parte de los medios defensivos de la nación. Tal fue el caso de la Marina Real, muy menguada durante la primera mitad de la centuria. Durante el reinado de Fernando VII, la lucha contra el contrabando estuvo encomendada al Resguardo Marítimo, organismo cuyo ámbito de actuación abarcaba tanto la tierra como el mar. Ante la extensión que estaba alcanzando el problema, el Estado creó en 1829 el Cuerpo de Carabineros, limitado al ámbito terrestre. Pero, comoquiera que también el flamante cuerpo se vio sobrepasado por la acción de los defraudadores, el Gobierno no dudó en buscar la colaboración del Ejército, la Armada, la Milicia Nacional y de todos aquellos organismos y autoridades susceptibles de frenar la bravucona osadía con que los contrabandistas cometían sus fechorías. A lo largo de gran parte del siglo XIX, los organizadores de este tráfico irregular de mercancías serán los ingleses y, en menor grado, los sardos, los raguseos y otros, aunque a mucha distancia de los británicos. Tampoco fue escasa (2) Es de puntualizar que el proteccionismo no fue exclusivo de Cataluña, sino que también se reivindicó desde otras regiones españolas. G.ª MONTORO, Cristóbal: «Notas sobre el proteccionismo de los industriales malagueños del siglo XIX», en Baetica. Estudios de Arte, Geografía e Historia, núm. 2-II. Málaga, 1979, pp. 327-343. (3) PÉREZ PICAZO, M.T., y G. LEMEUNIER, G., p. 278. (4) Ibídem, p. 287. En su edición del 1 de enero de 1841, el periódico barcelonés El Constitucional indicaba, haciendo referencia a Málaga: «... la proximidad de esta plaza con la de Gibraltar ha hecho siempre que este puerto haya sido el emporio de géneros ingleses. De aquí se introducen para lo interior particularmente los de algodón, resultando por una consecuencia precisa que en todas las Andalucías, Extremadura, Castilla del Sur y parte del reino de Murcia no gastan ni un palmo de indiana catalana, que en todos conceptos son mejores y de más duración que los cocos ingleses». 54 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 131


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