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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL MAYO 2016

REVISTA EJÉRCITO • N. 902 MAYO • 2016  137  SECCIONES FIJAS nuestra corona bajo su influencia. Por linaje, la corona española puede ir tanto a los Habsburgo austríacos como a los Borbones franceses, pues cada cual presenta un candidato con los mismos títulos: el archiduque Carlos de Austria y Felipe de Anjou, respectivamente, ambos nietos de nuestro Felipe IV y sobrinos del propio Carlos II. Inglaterra ve con alarma la posibilidad de que un Borbón se siente en el trono de Madrid: Francia y España quedarían bajo la misma casa, lo cual alteraría el equilibrio de poder en Europa. Pero Francia, que en el medio siglo anterior ha librado tres guerras con España y aún más con Inglaterra, ve la oportunidad de inclinar la balanza a su favor. Sería muy largo explicar el complicadísimo tablero de maniobras e intrigas —sobornos incluidos— que condujo a la división de campos. Baste decir que aquel asunto dividió en dos ya no a España, sino a toda Europa. A un lado, Francia; al otro, el Imperio (Austria) e Inglaterra y las Provincias Unidas (Holanda), que estaban bajo una misma corona, más Prusia. No fue una guerra sólo española; de hecho, los episodios más duros se libraron en Flandes e Italia. Pero en España terminó manifestándose como guerra civil. Como el conflicto afectaba a todas las coronas europeas, los ejércitos que combatieron en nuestro suelo vinieron de todas partes, lo mismo de Francia que de Inglaterra. Y como la opción por uno u otro candidato había dividido también a los reinos españoles y a sus estamentos sociales, aquí combatirán nuestros regimientos en uno u otro lado en función del rey elegido por sus respectivos territorios. Todo ello en un tiempo —y esto es decisivo— en el que las identidades políticas modernas no existían. Por ejemplo, el jefe de los franceses, el duque de Berwick, era francés de nacimiento, pero se llamaba James Fitz-James, era hijo ilegítimo del rey Jacobo II de Inglaterra, prestó servicio bajo las banderas inglesas y no pasó a Francia hasta que la guerra entre católicos y protestantes llevó a estos últimos al trono de Londres y obligó a su padre a exiliarse. Por su parte, el general más significado del bando contrario en nuestra guerra de Sucesión, el conde de Galway y marqués de Ruvigny, era Henri de Massue, un francés protestante que, exactamente por los mismos motivos religiosos que su rival, había acabado mandando tropas inglesas. Estos jefes de guerra no combatían por su nación, sino por su religión y su rey, que en la época eran los fundamentos de la comunidad política. Tampoco las tropas españolas pelearon entre sí por cuestiones territoriales, ideológicas o, mucho menos, nacionales, sino por la fidelidad al monarca escogido. Y dibujado el contexto político, veamos la batalla. Objetivo: Navarra A la altura de 1707, los partidarios de Felipe V —llamémosles borbónicos— controlaban todo el territorio de la corona de Castilla, es decir, desde Galicia hasta Andalucía pasando por las dos Castillas, las provincias vascas y Navarra, y los partidarios del archiduque Carlos —llamémosles austracistas— tenían en su poder toda la corona de Aragón desde el Pirineo hasta Orihuela. La mejor baza de los austracistas era la superioridad naval anglo-holandesa, que permitía un abastecimiento constante por mar. El puerto de Alicante, lejos de los barcos franceses del Mediterráneo, se convirtió en su principal centro logístico. Los borbónicos, por su parte, mantenían posiciones muy sólidas en el interior y, de hecho, un año antes habían rechazado un ataque austracista desde Portugal. Con ese mapa en la mano, el principal objetivo austracista será tratar de aislar a Felipe V de la frontera francesa, para evitar que recibiera refuerzos del país vecino. ¿Cómo aislar a Castilla de Francia? Invadiendo Navarra. Y ese será el dibujo que terminará conduciendo a la batalla de Almansa. Galway, el jefe austracista, concibe un plan ambicioso. Tiene en su mano la base de Alicante, que le permite recibir sin interrupción hombres y avituallamiento. Tiene también territorio libre para circular hacia el norte, porque Aragón está bajo control austracista. Y tiene, además, una información importante: el ejército enemigo, obligado a avituallarse sobre un territorio muy amplio, se halla disperso a lo largo de cientos de kilómetros. Estamos en marzo, acaba de terminar el invierno y los borbónicos aún no han podido concentrar a sus tropas. Con esas bazas, Galway se propone marchar desde Alicante hasta Navarra y, allí, cerrar el camino


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