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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL MAYO 2016

el punto de vista humano pero lleno de valiosas lecciones desde una perspectiva estratégica. Probablemente, la solución está sencillamente en un ejercicio de realismo. A veces no se pueden formar ejércitos nacionales, pero sí eficientes fuerzas locales que, con el aglutinante y el respaldo que proporciona un contingente extranjero, pueden llegar a combatir juntas con eficacia. Y quizás en un par de generaciones terminará por surgir algo parecido a un ejército nacional. Claro que eso significa que hay que mantener durante años o décadas fuerzas estacionadas, o dispuestas a intervenir con rapidez, en escenarios de crisis reales y potenciales. Algunos países, como Francia, ya parecen resignados a ello en sus zonas de interés, aunque se les tache de neocolonialistas. Esto supone empeñar de manera permanente fuerzas que ya se ha señalado que son escasas y caras. También supone que no se puede intervenir en todo el mundo, y que hay que ser selectivo a la hora de decidir qué áreas regionales son vitales. Como compensación, en la mayoría de las crisis ubicadas en la periferia europea no hacen falta grandes contingentes. Un simple grupo táctico bien apoyado desde el aire y que sirva de cimiento para las fuerzas locales puede ser suficiente en muchos casos. La presencia permanente de fuerzas, o al menos la voluntad manifiesta de intervenir en caso de crisis, permite además superar el problema de que se considere a las fuerzas de intervención como actores temporales y nadie se comprometa con ellos de manera sincera. El recurso DE la tecnología Otro recurso habitualmente empleado cuando la disponibilidad de fuerzas es escasa son las tecnologías más avanzadas, para utilizar contingentes reducidos pero con capacidades incrementadas. En principio, la tecnología puede reducir hasta cierto punto la necesidad de personal, pero si no se tiene cuidado se pueden provocar efectos completamente contrarios. Por ejemplo, la introducción de redes informáticas en los cuarteles generales militares prometía multiplicar exponencialmente las capacidades de cada miembro de la organización, pero lo único que se ha multiplicado ha sido el personal necesario para que el cuartel general funcione. Quizás el problema está en que todavía no sabemos utilizar las posibilidades de las nuevas 40  REVISTA EJÉRCITO • N. 902 MAYO • 2016 tecnologías y, como ese caballero medieval al que una vez aludía el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, nos dan un fusil de asalto y lo utilizamos como una maza. Aprovechar todos los elementos de una tecnología emergente requiere cambios dramáticos en la doctrina, los procedimientos, la enseñanza e incluso en la cultura de trabajo. De poco sirve disponer de ordenadores si los analistas no son capaces de distinguir lo esencial entre el torrente de información que reciben, los mandos superiores se empeñan en atascar el sistema despachando en papel y con bolígrafo y los jefes de sección bloquean cualquier intento de acceso a sus subordinados que no pase por ellos mismos. En esas condiciones, los ordenadores se convierten simplemente en atractivas máquinas de escribir. Algo parecido puede ocurrir con los últimos avances tecnológicos en robótica e inteligencia artificial que, en principio, ofrecen prometedoras posibilidades para reducir el número de efectivos en operaciones. Si sencillamente se pretende utilizar robots para hacer lo mismo que hoy hace un fusilero, no se avanzará demasiado, pero si, por ejemplo, se conecta una pequeña unidad a una red que incluya apoyos de fuego, drones y sistemas de armas controlados a distancia pueden conseguirse efectos que hoy corresponden a unidades dos niveles por encima. Claro que, en ese caso, el jefe de la pequeña unidad necesitaría una formación totalmente diferente a la actual y la propia unidad unos procedimientos completamente distintos. Algunos de estos cambios están ya a la vuelta de la esquina. Por ejemplo, una pieza de artillería autopropulsada con un sistema de carga automática, proyectiles con guía terminal y una dirección de tiro digital integrada con un equipo de drones, algo que ya es hoy perfectamente posible, podría obtener mayores efectos en solitario que todo un grupo clásico. Algo parecido puede decirse si se habla de carros de combate o helicópteros de ataque. Pero de poco servirá si nos contentamos con grupos de artillería que hagan fuego con mayor rapidez y precisión. La clave de la transformación está en cambiar el modelo de empleo de la artillería, o del arma o sistema de arma que se trate.


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