El Vigía

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Hace 100 años Nacimiento Allo 18 agosto 1916 Hijo de doña Luisa Garnica Mendiluce y don Miguel Montoya Macua, en este municipio navarro, merindad de Estella, ha nacido un niño que recibirá el nombre de Martín. Nota de El Vigía: Felizmente centenario, Martín Montoya Garnica, desde muy joven se reveló con unas aptitudes sobresalientes para la música; cantó en el coro parroquial, y tocó el clarinete y el tambor en la banda de su pueblo; tan es así, que terminado el bachiller, a instancias muy especialmente de su madre, hizo la carrera de piano. La guerra, como a tantos, trastocó su destino, y el 19 de julio se alistó voluntario en Falange Española de Valladolid; nueve meses después, en la recién creada Escuela de Cáceres, iniciaba el curso elemental de piloto, continuado con el de transformación en El Copero. Alférez de Complemento, es destinado al 3-G-11, dotado de Heinkel-46, con base en el aeródromo de Sanjurjo; en las “Pavas”, como se conocían popularmente aquellos grandotes y antiestéticos aparatos de reconocimiento y bombardeo, le tocó a nuestro personaje hacer una guerra “a las bravas”. Lentos (250 de máxima) e inestables, en la enconada Batalla de Belchite las indefensas “Pavas” nada tenían que hacer ante la más moderna y numerosa aviación enemiga; no obstante, valientemente dieron la cara, aún a costa de sacrificios; así murió el comandante Pérez Pardo (el mayor de los tres “Piquitos” aviadores) y su observador, el alférez Vicente Buzón, cuyo derribo presenció, volando en el vigía su formación, el hoy general Montoya, quien con extraordinaria precisión, me narraba el pasado 12 de junio. Creado el segundo grupo nacional de Savoia 79, el 4-G-28, al mando del comandante Luis Navarro Garnica, el popular “Plumas”, sabedor de la valía de su primo Martín, se lo llevó con él. Aquello era otro mundo, el trimotor italiano de tren retráctil y alta velocidad –detentaba algún récord mundial– era una maravilla; la cabina cerrada, en contacto con la tripulación, nada tenía que ver con aquellas “Pavas” en las que había hecho sus primeras armas. Orgullosos los pilotos de aquel bombardero que no necesitaba escolta, a sus antecesores del 3º que habían elegido el ampuloso lema de “No hay quien pueda”, los del 4º, haciendo gala de una sana rivalidad les dedicaron un carrasclás que decía: Muchos condes y marqueses, sangre azul yo no lo dudo; van a bombardear Mezquita y le dan a Monteagudo. Como un respiro a los continuos servicios, el teniente Montoya fue comisionado junto a otros pilotos para recoger en Italia nuevos Savoia. En España les habían dicho que no llevaran dinero, ya que les facilitarían en la Embajada de Roma. Desde el puerto, el taxista los llevo confundido a la embajada en la Santa Sede; aclarado el error, la espera para cobrar y pagar el coche, se demoró más de lo normal, y con toda razón hubo palabras. Quizás viene de entonces, aquel carrasclás que se cantaba: Natural de Montejurra y piloto de Savoia, discutir no se te ocurra, con el teniente Montoya. El 5 de julio de 1938 los tres aviones volaban de un salto Roma- Alfamén. Más adelante, ya teniente, junto a toda la escuadrilla, toma parte en la gozosa misión de abastecer de pan al casco urbano de Madrid y terminada la guerra, vuela en el desfile de Sevilla y en el de “la Victoria”, en la capital de España. En la reorganización de la paz, continuando en los “Savoia”, pasa a la Región Aérea del Estrecho y asiste luego en la Escuela de Observadores de Málaga a un Curso de Tripulantes y Observadores. Destinado a la 15 Escuadra de Logroño-Agoncillo, disfruta volando otro gran avión, el Heinkel 111 de bombardeo ligero. Pasa por la Academia de Aviación de León y marcha como profesor al Grupo de Escuelas de Levante, para regresar mas tarde, a los Heinkel de Logroño. En 1943 formando parte de una expedición compuesta por una veintena de pilotos y una treintena de especialistas, al mando del teniente coronel Lapuente de Miguel, parte para Toulouse (Francia ocupada) a fin de realizar, con instructores alemanes, un curso de bombardeo en picado (foto) La finalidad del mismo, es la de aportar a la Luftwaffe, no solamente Escuadrillas de caza, sino también de bombardeo. Terminada una muy completa fase de instrucción, que totalizó una media superior a 200 horas por tripulación, el Mando que debido a fuertes presiones exteriores –ya había decidido la retirada de la División Azul– ordenó el regreso, con los diez aviones adquiridos por el Ejército del Aire, al aeródromo de Albacete. Comandante en 1947, tres años después hace el curso de Vuelo Sin Visibilidad, y con la 10ª Promoción, el Curso de Estado Mayor. Pasa por distintos destinos; entre ellos, el de jefe del Escuadrón de Alerta y Control de Elizondo; la Escuela de Aprendices de Logroño; el Servicio de Obras Militares del E.A. y como coronel, la jefatura de E.M. del Mando Aéreo Táctico, así como el Ala 35 y base de Getafe. Jefe de la Milicia Aérea Universitaria, promovido a general de brigada, fue nombrado jefe de FF.AA. de 714 Cronología de la Aviación Militar Española “CANARIO” AZAOLA Miembro del IHCA Hace 80 años Disuasor Burgos 21 julio 1936 La presencia en nuestro cielo de un aparato sospechoso, que luego se pudo ver pertenecía a la Aviación leal al Gobierno, ha provocado la alarma en el aeródromo de Gamonal; a donde, a bordo de un “Dragón Rápide”, acababa de llegar el general Mola. El piloto de este, capitán Navarro Garnica, aun sabiendo que el pequeño bimotor no estaba armado, sin dudarlo, ha despegado con rapidez y avasallándole peligrosamente, ha conseguido hacerle aterrizar entre Aranda y Lerma, en Bahabon de Esgueva. Nota de El Vigía: Navarro, haciendo gala de su gran sentido del humor, semanas antes posaba así en Logroño para su compañero José Álvarez Pardo. REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Julio-Agosto 2016


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