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dos tripulantes. Al entierro de Schneider en Fairview, New Jersey, asistió su compañero del Yankee Escuadrón de España, Bertrand Acosta. Bertram Blanchard Acosta, Gordon King Berry, Fredrick Ives Lord y Eddie August Schneider, junto con otros dos pilotos británicos, fueron enviados el 28 de noviembre al aeródromo de Sondica, Algunos componentes del Escuadrón de García Lacalle. Sentados y de derecha a izquierda: Bastida Porres, Harold Dahl, “Chang” Selles y Augusto Lecha. Arriba, Frank Tinker, un mecánico, Riverola, Gerardo Gil, Ramón Castaneda, García Lacalle, y Velasco. próximo a Bilbao, siendo asignados al escuadrón de bombardeo mandado por el español Manuel Cascón Briega. Los norteamericanos se sintieron decepcionados cuando llegaron a Sondica. El aeródromo estaba todavía en construcción y se vieron forzados a utilizar una estrecha y peligrosa pista de rodaje. El material aéreo era una mezcla extraña de anticuados aviones civiles franceses y británicos, todos desarmados. Cuando llegaron al aeródromo, los cuatro americanos descubrieron que iban a pilotar aviones obsoletos destinados al comercio que habían sido equipados con soportes para bombas pero sin armas de defensa. Lord escribiría más tarde: Ese hangar contenía dos Miles Ingleses, un par de Monospar con pequeños motores Pobjoy, un viejo Farman con un motor J– 6, un avión de reconocimiento biplaza Vickers con una hélice que parecía un poste de teléfono, un Fokker J– 6 trimotor y dos Breguet biplaza de bombardeo de 1925. Sin embargo, los republicanos tenían viejos Nieuport, Loire, Potez y unos pocos Havillands de la I GM. Eugene Finik diría: Habríamos sacado aviones del museo del Smithsonian si hubiésemos podido. Además, tuvieron que volar de paisano hasta que recibieron equipos de vuelo de un escuadrón soviético próximo, que también les facilitaron armamento defensivo personal y escolta de caza en sus misiones de combate. En una de las misiones de bombardeo, los pilotos estadounidenses fueron testigos de la muerte de Sidney Holland, uno de los dos pilotos británicos. El escuadrón que volaba en una formación de cinco aparatos, e iba escoltado por otro escuadrón de caza soviético, había acabado de bombardear un aeródromo nacional desde una altura de 8.000 pies, cuando fue atacado por varios cazas Heinkel 51 que concentraron el fuego contra el avión de Holland, que fue derribado, cayendo en llamas. Acosta, que pilotaba al parecer una Miles Hawk Major, fabricada en Gran Bretaña, y Lord fueron testigos de la pérdida de su compañero. Los HE– 51 convertirían en un infierno la vida de los aviadores estadounidenses de Sondica, pues éstos se convertirían en la Patrulla Suicida debido a tener que realizar sus misiones con un material aéreo anticuado, desgastado, mal mantenido y poco fiable. Cada día Acosta y sus amigos volaban hasta 30 millas dentro de territorio enemigo, soltaban sus bombas y, cuando era posible, volvían protegidos por los Chatos. Fredrick Lord, que tenía una gran experiencia como piloto, trató de demostrar al líder español lo peligroso que eran los aviones que tenía. Lord llevó a su jefe en un Breguet biplano hasta una altura de 2.000 pies, en la cual el ala superior se arrugó. El líder entonces le ordenó ascender para poder usar los paracaídas, pero Lord prefirió intentar aterrizar. Lord había visto a los mecánicos de tierra dormir sobre los paracaídas que estaban fabricados con seda y que estaban en el suelo húmedo del hangar y sabía que la seda 79


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