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EJERCITO TIERRA ESPAÑOL 906

Seguridad y Defensa REVISTA EJÉRCITO • N. 906 OCTUBRE • 2016  29  LA CREACIÓN DE LA AGENCIA EUROPEA DE INTELIGENCIA La idea de una organización de inteligencia de ámbito europeo no es nueva. Ya en los primeros años de la década de los sesenta algunos oficiales de la OTAN plantearon la necesidad de establecer una forma más coordinada de compartir inteligencia en Europa. No obstante, los intereses durante la Guerra Fría eran muy diversos y las diferencias de opinión entre Estados Unidos y Francia abortaron esta idea. Estos dos actores, estados fundacionales de las estructuras supranacionales de Occidente en diferentes proporciones, niveles e intensidades, han conseguido la obtención de cierta inteligencia y generado algunos instrumentos más sofisticados que otros. Pero, a pesar de los, a veces, interesantes resultados de la división del trabajo en estas áreas, no ha dejado de plantearse la necesidad de organizar un servicio propio de inteligencia. Recién desplomado el Muro ya había autores que propugnaban la creación de una Organización de Inteligencia de la Comunidad Europea. Su papel, decían, sería el de coordinación, pasando del análisis de la información suministrada por otros organismos y servicios de inteligencia extranjeros a, posteriormente, realizar su propia captación de información1. Tras los atentados de Madrid resurge el tema de la Agencia Europea de Inteligencia, esta vez de manos de los belgas y como bálsamo para resolver todos los problemas de coordinación que la Declaración del Consejo Europeo denunciaba. Justo antes de los atentados de Madrid, y con la vista puesta en los atentados de 2001 contra Estados Unidos, se retomó la idea de establecer un servicio de inteligencia europeo. El proyecto fue liderado por la presidencia austríaca, que propuso el establecimiento de una «agencia europea de inteligencia que tendrá capacidad para adquirir la información necesaria para los asesoramientos ante las amenazas», sin resultados reseñables. Debido al dramatismo inherente al problema del terrorismo se manifiestan dos posiciones claramente diferenciadas: 1. Por una parte los pequeños Estados, quienes conscientes de su falta de capacidad para hacer frente a todas las necesidades de inteligencia que tienen buscan externalizar sus problemas de seguridad en la Unión Europea, una dinámica muy propia de la construcción europea, sobre todo en materia de seguridad y política exterior. 2. Por otra parte los grandes Estados, con suficientes capacidades de inteligencia como para, en principio, abordar sus necesidades, no se han manifestado muy favorables a compartir sus arcanos con Estados menores y a pagar su factura de seguridad. Por lo tanto, tras los diferentes atentados no se produjo una precipitada creación de nuevas formas de cooperación, sino que se aceleró el desarrollo de medidas largamente planeadas en lo relativo a la cooperación policial y judicial, la cual lleva años en el horno2. Pero aunque hemos visto cómo el rechazo hacia este tipo de estructura fue contundente tras las propuestas efectuadas a raíz del 11-M, incluidas las de la propia Unión Europea, esta La creación de la Agencia Europea de Inteligencia: ¿realidad o ficción?


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