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ciones Federadas del Camino de Santiago y representantes de la FEAACS, con su Presidente a la cabeza, y la presencia del Banderín Jacobeo, auténtico talismán y símbolo de esta peregrinación, una variopinta mezcla. Se procedió a impartir la bendición a los peregrinos, por parte del Páter de la BRILAT y ante la presencia de la Directora General de Turismo de la Xunta de Galicia y el Gerente del Xacobeo, como muestra de la importancia y aceptación que este proyecto ha tenido, siendo calificado como «hito histórico» que «hace que Santiago siga siendo una referencia internacional, destacando la interculturalidad del Camino», por la Directora General de Turismo. El Presidente de la Federación resaltaba ante los medios de comunicación el hecho de que «quizás somos un poco profetas pues en un texto del Códice Calixtino se dice que pueden llegar a Santiago todas las naciones y todos los pueblos más allá de los confines de la tierra». El recorrido por las calles de Pontevedra, abarrotadas a las diez de la mañana, fue espectacular, atendiendo a la curiosidad de los viandantes, que no cesaban de parar a los componentes del grupo, reclamar fotos y «selfies» junto a los portadores del Banderín jacobeo, respondiendo a su curiosidad al explicarles que se trataba de un grupo que había iniciado su peregrinación cuatro meses antes, en las remotas tierras antárticas. Sorpresa, sonrisas y aplausos, los primeros síntomas de lo que sería el recorrido de esta emotiva locura peregrina. Pronto dejamos las calles de Pontevedra y nos adentramos por la zona rural gallega, ya por la Variante Espiritual. Tras el Monasterio de Poio y un agradable recorrido por las playas aledañas alcanzamos Combarro, pueblo con mucho encanto del interior de la ría de Pontevedra. Todo el que pudiera pensar que esto de ser peregrino es un “paseo militar”, pronto constataría la realidad en la que se había sumergido. La intensa ola de calor que nos acompañó esos días de julio se hizo sentir cruelmente en las horas más duras del día. Tras un ligero refrigerio, con paso lento y sereno, cada uno al ritmo que su cuerpo le aconsejaba y permitía, bajo un sol abrasador, se acometieron los casi seis kilómetros de dura subida que conducen al Monasterio de Armenteira, con poca sombra y con el único alivio de la espectacular vista de la ría gallega. El punto final de esta primera etapa se convirtió en un goteo continuo de peregrinos, recibidos con los más calurosos aplausos por aquellos que lo habían alcanzado previamente. Un torrente de agua fresca calmaría la sed acumulada y daría satisfacción a los sufridos pies. Un magnífico menú peregrino reconfortaría el cuerpo, devolviendo el ánimo mermado por el duro ascenso, la satisfacción personal y lo efímero de los malos recuerdos de aquellos «pingüirinos» que durante el ascenso pudieron plantearse qué carajo se les había perdido en esta senda olvidada, pasaron a ser «anécdota». Al día siguiente, poco después de amanecer, los «pingüirinos» descendíamos por el bello paisaje denominado «Ruta de la Piedra y del Agua», siguiendo el cauce del río Armenteira, de extraordinaria belleza, acompañados del sonido del agua cristalina que, salvando piedras y rodeando viejos molinos, es capaz de transportarte a una paz interior inimaginable. Los primeros rayos de sol que atravesaban los espesos grupos de carballos, avellanos y alcornoques BIP 21


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