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LA LEGION 536

>> Colaboraciones D. Eduardo Méndez Ortega Cabo de la Escuadra de Gastadores del Grupo Logístico de la BRILEG Todo empezó cuando me dijeron que me habían apuntado al curso de conductores para sacarme el carné de autobús. Todos los días comienzan con la educación física y después la instrucción individual, de modo que sobre las 13 horas subí a sacar a nuestra mascota. Pero ese día fue diferente. Desde las 8 estuve en la aulas con el subteniente Hidalgo que nos daba las clases teóricas del carné y ese día nos dejo marchar a las 12:30, entonces aproveché y fui a sacar a “Curro” para su paseo diario. Sorpresa la mía cuando vi abierta la puerta de la cuadra que estaba vacía. Preocupado, entré a buscarlo y no estaba. Salí y di una vuelta por los alrededores pero tampoco vi nada. No quise entretenerme más y fui a darle novedades al teniente coronel Bayo, mi jefe en el 2005, a medida que iba caminando en su busca me daba cuenta de que la gente me miraba algo distinta hasta que justo antes de entrar al puesto de mando, tenía a todos mis gastadores esperándome y antes de que abriera la boca me dijeron algo que no quería escuchar. En aquellos entonces era joven y algo rebelde y no quería aceptar que “Curro” ya no estaba. Tras unas palabras con el capitán, los siete gastadores limpiamos la cuadra vacía, todo parecía seguir igual. Todo, excepto el paseo de las 13 horas. Esto pasó en el mes de octubre y hasta fi nales de noviembre donde tuvimos unas maniobras en Zaragoza, el Grupo Logístico estaba sin mascota y la escuadra de gastadores le faltaba algo para llamarse así. Pasaron los días en la escuela de conductores terminando yo mi curso con un aprobado. Llegaron las maniobras de Zaragoza, todo el pelotón de protección donde junto al cabo primero Aranda, mandábamos a aquellos formidables hombres, no importaba que lloviera o tronase, viera ellos siempre iban a estar en la punta de la lanza. El primer día en Zaragoza todos sabemos como es, un día loco de montaje y desmontaje, de mover y coger taje,material, de colocarlo y recolocarlo. Una vez instalado el campamento y mi gente haciendo sus servicios de vigilancia y patrulla e imaginarias, estando con unos de mis legionarios cubriendo un puesto, vi como se acercaba el capitán Arribas haciéndome gestos con el brazo. Cuando llegó a mí, le di novedades. Me hizo subir al Nissan que había justo delante de la tienda del puesto mando, diciéndome: ”Méndez nos vamos de compras”. El cabo primero Aranda me vio y me hizo un gesto por el que yo entendí que ya sabía de qué iba la historia aquella, así que no me preocupe por dejar mi puesto. Éramos tres en el coche y nadie abría la boca. Yo desde que salí de su ofi cina, no había cruzado palabra con el capitán. Fue un camino largo tanto por autovía como por pista de arena, hasta que llegamos a un lugar entre muchos árboles donde se cortaba el camino. Allí se podía oler la paz y tocar la tranquilidad, tan solo el viento y los pájaros nos dieron los buenos días. Bajamos los tres del coche y fue cuando el capitán me dijo: ”Tengo un amigo del segundo Tercio que tiene cabras 56 536 · III-2016 La Legión


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