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REVISTA ARMAS Y CUERPOS 133

Cumbres del Moncayo, con duras condiciones climáticas en invierno pero con una imponente belleza. Foto del autor une el Monasterio de Veruela con el Santuario, situado a más de 1600 m: Poco después del Monasterio se atraviesa un amplio encinar, bosque típicamente mediterráneo que ocupa las zonas más bajas. A mayor altitud que los encinares, aproximadamente entre 950 y 1300 m, se extiende una amplia banda de robledales. Se trata del rebollo o melojo, especie más exigente en humedad que la encina. Es difícil encontrar ejemplares de gran tamaño, la mayoría son relativamente jóvenes debido a las tradicionales talas y a la antigua explotación ganadera. De forma intercalada en el nivel del robledal aparecen bosques de pino silvestre, en ocasiones muy bien desarrollado y con un gran porte. Se trata de antiguas repoblaciones que también aparecen en otros niveles. Por encima de los robles, entre los 1300 y los 1800 m, se extiende un bonito bosque de hayas. Es una especie muy exigente en humedad y amante de ambientes umbríos y neblinosos, por lo que podemos deducir que éstas son las condiciones climáticas dominantes aquí. En el nivel del hayedo también encontramos amplias repoblaciones de pino silvestre, pero el pino se hace dominante y 100 Armas y Cuerpos Nº 133 casi exclusivo como especie forestal por encima de los 1800 m. Se trata de formaciones densas que poco a poco se van aclarando a medida que ascendemos. Así, el bosque cerrado, en altura se convierte en rodales (grupos de individuos o bosquetes) y posteriormente en individuos aislados. Entre ellos es fácil observar pinos “abanderados”, es decir, con ramas desarrolladas en el sentido del viento y escasamente desarrolladas en el sentido contrario, consecuencia de la frecuencia e intensidad que este meteoro tiene en la sierra. Por encima del nivel del bosque cuando las duras condiciones climáticas no permiten su desarrollo, el suelo aparece tapizado de canturrales entre los que se desarrolla una vegetación de escasa altura, compuesta principalmente por sabinas y enebros rastreros. Este escaso porte es una adaptación para resistir las duras condiciones que imponen las heladas, la intensa radiación solar y especialmente las ventiscas. No termina aquí la amplia riqueza vegetal del Moncayo. Entre estos bosques aparecen álamos, sauces, abedules o fresnos en las proximidades de los arroyos o si las condiciones de humedad del suelo lo permiten.


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