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REVISTA ARMAS Y CUERPOS 133

Armas y Cuerpos Nº 133 47 encontraba al frente de un equipo heterogéneo de 30 personas y completamente fuera del paraguas que supone la Unidad. Al principio, el peso de la responsabilidad me hacía trabajar con cierta falta de seguridad y confi anza, pues se trataba del manejo y custodia de unos equipos técnicamente complicados y costosísimos, de un presupuesto limitado para realizar la obra y lo más duro, de la gestión de personal, aspecto en mi opinión cenital en el desempeño del ejercicio de mando. Después de este cometido me embarqué en mi formación como buceador del Ejército, realizando el curso de Buceo Elemental en Cartagena. Al terminar el curso pasé a servir en la Compañía de construcción del Batallón de Especialidades donde tuve la oportunidad de realizar muchos y variados trabajos a lo largo de la geografía española, liderando mi sección y disfrutando de la milicia en estado puro. Estar en la compañía de construcción me llevó hasta Afganistán integrado en el equipo COBRA I, responsable de la construcción de la base de Qala-e-naw. La misión supuso un reto trascendental en mi carrera, pues se trataba de la ejecución de unas obras de una envergadura muy superior a lo que yo estaba acostumbrado. Gracias al equipo técnico en el que estaba encuadrado pude ampliar mis conocimientos notablemente y, sobre todo, fue el impecable desempeño de la labor del comandante que lideraba mi equipo la lección magistral de mando que me llevé de aquella misión. Al término de la misma, regresé a una nueva etapa en el RPEI, sintiéndome cada vez más asentado como teniente gracias a la experiencia que dan los pocos pero intensos años de servicio. Prosiguiendo mi desempeño como Teniente de la compañía de construcción, cuando creía que mejor estaba asentado en mi labor tuve que “recalcular la hoja de ruta” y afrontar un reto diferente al del día a día de la compañía al serme encomendada la formación de los nuevos soldados del Regimiento, en lo que se conoce como Instrucción Básica de Zapadores. Como me digo siempre, “todo es para bien” por lo que me lancé a la nueva misión con la ilusión de aquel teniente que salió de la General, resultando una labor muy gratifi cante. Puestos en faena de reinventarse, me propuse gastar los últimos cartuchos del empleo en la consecución de los cursos de buceador de Asalto y Zapador Anfi bio. Empezando por las pruebas físicas y terminando por las diferentes prácticas y contenidos teóricos, los cursos resultaron muy exigentes, profesionalmente para mí y personalmente para toda la familia, pues coincidió con el nacimiento de mi tercer hijo. El verano llegó con el curso recién fi nalizado, el ascenso a capitán, la familia numerosa, y como colofón la inmensa suerte de ser elegido para la vacante que solicité en el Regimiento en el que había servido de Teniente. Una vez allí recibí el mando de la Compañía de Operaciones Anfi bias, lo cual fue una gran sorpresa para mí, superando una vez más la realidad a las expectativas. El mando de Compañía colma las expectativas profesionales de un Capitán, siendo en mi opinión y en la de otros muchos, una de las mejores épocas de la vida militar. Además, La Compañía de Operaciones Anfi bias es única y singular dentro de nuestro Ejército de Tierra, es una joya dentro de la Especialidad Fundamental de Ingenieros. El medio natural en el que se trabaja endurece al personal que sirve en ella, resultando tremendamente exigente a nivel físico y mental, siendo necesario desarrollar una gran resistencia al frío y a la fatiga.


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