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REVISTA HISTORIA MILITAR 112

110 ENRIQUE GARCÍA CATALÁN al O. del colegio del Rey, los alzados demolieron dicho edificio y los que le rodeaban para con sus materiales construir las obras de ataque que tanto contribuyeron a la rendición de aquellos. Ajustada la paz y tratando los co-legiales de reedificar el Rey hicieron una cerca dentro de la cual dejaron los materiales que al colegio pertenecían o los que creyeron necesarios para la reedificación45. Sin duda, el edificio gozaba de una posición privilegiada para la fun-ción militar, no en vano las autoridades francesas ya lo convirtieron en fuerte durante la Guerra de la Independencia. Desde su posición, a unos 45 metros de altura sobre el río Tormes, se dominaba el puente y todas las tierras del entorno. Además, estaba aislado de la población, sobre todo después de los derribos causados en el barrio de los Caídos durante la Guerra de la Indepen-dencia. Por otro lado, el desarrollo natural de la ciudad hacia el norte asegu-raba la permanencia de esta condición en el futuro. Lindaba al norte con la plazuela del excolegio Trilingüe (Príncipe Alfonso), al sur con el escarpado que miraba a las tenerías ubicadas a la orilla del río, al este con el solar del convento de la Merced y al oeste con el despoblado de los Caídos. Podía acoger cómodamente una guarnición en tiempo de paz, pero también podía fortificarse en caso de guerra. La cercanía del río y la notable diferencia de altura eran también favorables para la instalación de los desagües de los es-cusados. Además, la distribución de la planta del edificio, muy regular y con las dependencias dispuestas alrededor de un patio, favorecía la adaptación para cuartel. Por contra, el antiguo colegio se encontraba muy mal tratado y hacían falta grandes desembolsos para rehabilitarlo. Tampoco era muy favo-rable la dificultad que había para abastecerlo con agua suficiente, porque se hacía muy difícil obtenerla del río. El depósito municipal de agua potable, que más tarde se construyó en el alto de San Mamés, al noreste de la ciudad, tampoco facilitó demasiado las cosas, situado a una distancia considerable. Con la desamortización de 1836 los militares desalojaron el edificio, que habían ocupado provisionalmente dos años antes. Ya vacío, el Estado lo vendió en subasta pública a Juan Aparicio, a quién perteneció hasta 1844, cuando una Real Orden de 3 de marzo anuló la subasta y ordenó definitiva-mente la entrega al ramo de guerra para el establecimiento de un cuartel mi-litar. No resulta extraña esta decisión si se tiene en cuenta que dos años antes se había clausurado el cuartel de San Esteban, que los locales habilitados en el convento de la Trinidad estaban en malas condiciones y que los vecinos seguían sufriendo las cargas de alojamiento. Por lo tanto el cuartel del Rey se perfilaba como una solución de urgencia para este problema y apuntaba a 45  A.G.M.S. Sección 3, División 3, Legajos 145, 504 y 681. Revista de Historia Militar, 120 (2016), pp. 110-126. ISSN: 0482-5748


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