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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 911

manera ritual: este prisionero era conducido en un caballo sin orejas ni cola, para humillarlo, hasta un punto donde quedaba en el centro de cuatro puñales, que significan los cuatro distritos araucanos, y cerca del hacha del toqui. Allí se le obligaba a cavar un agujero con un tronco donde debía enterrar cuatro palillos diciendo el nombre de cuatro guerreros de su nación. Mientras lo hacía estos eran insultados por los enardecidos araucanos que, acto seguido, descargaban un mazazo descalabrando al preso. Luego le arrancaban el corazón, que era chupado por el toqui y sus oficiales, después cortaban y paseaban en una pica la cabeza de la víctima. Esta era sustituida en el cuerpo del muerto por otra de carnero. Después, todos se emborrachaban y se repartían los huesos para hacerse flautas. Las mujeres enemigas eran violadas y esclavizadas y en algún caso tomadas como esposas por los guerreros. Los araucanos eran especialmente crueles con los prisioneros que consideraban que se habían portado como cobardes en el combate. Cuando los araucanos veían que iban a ser vencidos, muchas veces se lanzaban en medio del enemigo para buscar la muerte. Si eran apresados, insultaban a su captores y los intentaban agredir aun atados, para procurar conseguir la muerte, pues no soportaban la indignidad de la derrota ni el cautiverio. Narra Alonso de Ercilla el caso de un indio que, con las manos amputadas en la batalla y amarrado, se abalanzaba tirando mordiscos hacia un esclavo negro a fin de que, para salvarlo, sus guardianes lo matasen. También cuenta como muchos, en vez de retirarse ante la derrota, se lanzaban en solitario hacia el fuego enemigo, buscando el fin. CAMPAÑAS En 1546 Pedro de Valdivia con 60 jinetes españoles y varios miles de indios auxiliares penetró en tierra de los araucanos y tras librar la batalla de Quilacura sin resultados positivos optó por replegarse a Santiago para iniciar una nueva expedición con mayores fuerzas. Bajo las órdenes del toqui Aillavilu, 4000 araucanos presentaron batalla a los españoles cerca de Penco, en 1550. Estos indios no solo no se descompusieron frente a las descargas de mosquetería y las cargas de caballería, sino que llegaron a matar al propio caballo de Valdivia, quien, veterano de muchas 88  REVISTA EJÉRCITO • N. 911 MARZO • 2017 batallas, señaló no haberse visto en tanto peligro como en aquella ocasión. Tras horas de reñido combate, muerto el toqui Aillavilu y casi todos los oficiales araucanos, estos se retiraron en orden, y los españoles desistieron de perseguirlos por tener también muchas bajas. Temiendo un nuevo ataque, Valdivia ordenó de inmediato construir una fortaleza que, como preveía, fue pronto atacada, sin éxito, por una fuerza al mando del cacique Lincoyan. Después de esto Valdivia fue construyendo ciudades y fuertes por toda la región. Mientras, los araucanos habían elegido en su asamblea a un nuevo toqui para la guerra, Caupolicán. Siguiendo sus órdenes, varios indios entraron en la fortaleza haciéndose pasar por forrajeros para, ya dentro, atacar a los centinelas españoles y abrir las puertas a los suyos. Pero a pesar del ardid, fueron vencidos por los defensores y el toqui desistió del ataque, decidiendo poner sitio a la plaza. Tras varios días con salidas contra los indios, una noche los españoles pudieron romper el cerco y abandonar el fuerte, que fue arrasado por Caupolicán. Este sitió inmediatamente Tucapel, ciudad que tras brava defensa también tuvo que ser abandonada. El conquistador Pedro de Valdivia


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