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REVISTA GENERAL DE MARINA MARZO 2017

TEMAS GENERALES Lo cierto es que se había producido un cambio profundo en la Europa de la época y, como consecuencia de ello, una transformación: el romántico no contemplaba el mundo desde la razón como el ilustrado, sino desde la belleza, desde una posición estética. Interesaba lo que conmovía al alma. Y lo que hacía diferente a España era lo que la convertía precisamente en un foco de atracción para el espíritu europeo. Se han citado en numerosas ocasiones las tres épocas del viaje romántico: el que se realiza durante el prerromanticismo, a principios de siglo, muy influenciado por la intención racionalista; el romántico, desde los años treinta hasta el comienzo de los ferrocarriles en los sesenta, época en la que se suceden los más famosos desplazamientos, y por último, el viaje posromántico, que se corresponde con la implantación del ferrocarril, con la línea directa París-Madrid, hecho que marca una nueva época con la llegada masiva de viajeros. Pero la mayoría de los que se realizan por España se ciñeron a recorrer la península Ibérica, y se podría afirmar que, en general, las islas Baleares quedaron fuera de los itinerarios de los viajeros y que solo unos pocos llegaron en barcos de vapor a las costas mallorquinas en busca de unos lugares llenos de medievalismo, restos árabes y rodeados de unos paisajes de ensueño. Así pues, dentro de la tradición de los libros de viajes, Mallorca merece un lugar aparte por su situación, su peculiar topografía, su arte y también por su paisaje. La isla aparecerá ante los forasteros que la recorren como un mundo en sí, rodeado por la inmensidad del mar. El primero que escribe sobre ella, si bien de modo científico, fue el cónsul francés André Grasset de Saint-Sauveur, en un relato titulado Viaje a las islas Baleares y Pitiusas, realizado entre 1801 y 1805. Encargado según algunos historiadores por el propio Napoleón y dedicado a Talleyrand, se trata de un libro enciclopedista, influenciado por el cientifismo y la curiosidad etnográfica de la Ilustración. No será hasta las décadas de los años 30 y 40 cuando se forje la imagen romántica de la isla gracias a la obra de George Sand y a las ilustraciones de J. B. Laurens. Y así Un hiver à Majorque (1842) o Voyage à Majorque es, más que un recorrido por una isla que la escritora apenas realizó, una especie de viaje interno y un expreso deseo por volver a Francia, pese a los elogios hacia el paisaje mallorquín; aún así, se convirtió, paradójicamente, en una gran propaganda para Mallorca. J. B. Laurens publicó en 1839 Recuerdos de un viaje artístico a la isla de Mallorca. «El viaje de Laurens resulta fundamental en la configuración de la imagen romántica de la isla, pero su importancia radica más en la mirada que el artista proyecta en sus cincuenta y cinco litografías que en el relato en sí, agudo y bien documentado, pero que, como nos explica el autor, actúa como complemento escrito a las imágenes» (Alzaga, 2005:174). Pero detengámonos a continuación en el medio de transporte que utilizaron estos primeros viajeros para llegar a Mallorca: el barco de vapor. 218 Marzo


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