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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA CERVANTES

LA «POÉTICA MILITAR» DE CERVANTES 121 «Y veremos que no hay ninguno más pobre en la misma pobreza, porque está atenido a la miseria de su paga, que viene o tarde o nunca, o a lo que garbeare por sus manos, con notable peligro de su vida y de su conciencia. Y a veces suele ser su desnudez tanta, que un coleto acuchi-llado le sirve de gala y de camisa, y en la mitad del invierno se suele repa-rar de las inclemencias del cielo, estando en la campaña rasa, con solo el aliento de su boca, que, como sale de lugar vacío, tengo por averiguado que debe de salir frío, contra toda naturaleza». (Quijote I, XXXVIII). Cervantes lamenta la pobreza de su oficio militar de juventud, pues se queja de una paga que llegaba tarde o nunca, invitando a algunos a traicio-nar su conciencia con la sisa. Los soldados en campaña pasan frío, hambre y todo tipo de incomodidades descritas con sutileza e ingenio. Los soldados visten la misma casaca de piel que quizás usaron valientemente en la batalla y que llevan sin camisa debajo, pues esta quedó destrozada en alguna con-tienda. Por esa pobreza siguen llevando el viejo coleto, en cuyo pecho pue-den verse los agujeros, que son la única medalla que les ha sido concedida, la única evidencia que ha quedado para el mundo del valor que mostraron en la batalla en que sobrevivieron a las cuchilladas sufridas. Con tan escasa y ventilada vestimenta, contribuyendo al terrible frío que padecen cuando les toca estar en invierno en campaña rasa, apenas tienen para calentarse nada más que el propio aliento, que es frío, por la temperatura y porque procede de un estómago que está vacío, lo que conlleva el desaliento de quien no tiene más aliento que el propio. Nótese la sutil insinuación cervantina que suaviza con cierto humor hasta el abandono en que se sentían las tropas. Y en ese mismo tono, describe aún otros pormenores que reflejan la dura vida en campaña de los soldados. A pesar del frío, hambre y desánimo, el agotado soldado apenas puede descansar por la noche, dado que tiene que reposar en una incómoda y estrechísima cama. Tan pequeña es, que aunque las pesadi-llas y el miedo al combate lo hagan revolverse en ella toda la noche, siempre le sobrará sábana. Con la misma suave ironía prosigue Cervantes: «Así preparado, llega el día de la batalla en que por toda borla y honor, puede que el soldado solo consiga una venda para su cabeza, que quizá le habrá pasado las sienes, o le dejará estropeado de brazo o pierna. Y, aun si por piedad del cielo queda sano y salvo, quedará también en la misma pobreza que estaba, que sea menester que suceda uno y otro rencuentro, una y otra batalla, y que de todas salga vencedor, para medrar en algo; pero estos milagros vence raras veces». (Quijote I, XXXVIII). Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2016, pp. 121-140. ISSN: 0482-5748


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