Page 37

REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA CERVANTES

36 MANUEL FERNÁNDEZ NIETO un morrión simple que intenta transformar, mediante trozos de cartón, en una celada con visera de papelón practicable, su correspondiente ventalle y su babera. Así se describe en el texto «porque de cartones hizo un modo de media celada, que, encajada con el morrión hacían una apariencia de celada entera» (I, cap. I). Se trata de una prenda estrafalaria ya que con elementos tan distintos no se podía formar un objeto resistente y manejable. Su aspecto todavía resultaría más extravagante cuando cubre su cabeza con una bacía de barbero, objeto muy común entonces y nada apto para su protección pero que crea la imagen tradicional del Quijote. Uno de los aspectos sorprendentes de la transformación guerrera del hidalgo manchego es que no se describa ni se denomine a su arma ofensi-va a la que, en definitiva, confía su destino. Don Quijote sale de su lugar: «Puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral salió al campo»; es decir inicia su misión con la lanza que tomó de su astillero o lancera y que, efectivamente, es citada en varias ocasiones y sustituida por otra en la segunda salida. La espada, arma habitual de los caballeros, tiene escaso relieve a lo largo del relato. Sabemos que don Quijote la posee porque para probar la fortaleza del morrión en su casa «sacó su espada» y la lleva consigo puesto que en la venta, para él, cas-tillo, donde piensa recibir la orden de caballería, tras atacar con la lanza a los arrieros, al verse amenazado por toda la gente «puesta mano a su espada» se dispuso a defenderse. Su misma arma sirve también para la falsa ceremonia de la investidura por el ventero y en la aventura del vizcaíno toma especial relieve al quedar ambos con las espadas en alto (I, cap. VIII). Para completar su estrafalaria figura de guerrero, y como arma defensiva, llevaba primero una adarga, y tras la segunda salida una rodela, escudo redondo, con un diá-metro que no solía exceder de los sesenta centímetros, de fino metal y que fue la defensa habitual de los soldados durante los siglos XV y XVI, hasta que las armas de fuego las hicieron inútiles por lo que resultaba en manos del hidalgo manchego otra pieza anacrónica12. Complemento imprescindible de todo guerrero medieval era el caba-llo al cual, por su compañía y valor, daba su propietario un destacado afecto. En tiempo de don Quijote había perdido parte de su importancia bélica aun-que continuaba siendo apreciado y, sobre todo, era objeto de una atención especial por parte de los textos épico-caballerescos. No extraña, por tanto, que después de procurarse mediante el vestido y las armas apariencia de caballero, buscase un caballo y, al no disponer de él ni tener medios para 12  Vid. Enrique de Leguina, Las armas de don Quijote, Madrid, José Blass y Cía., 1908; y Mercedes González de Amezúa del Pino, «Armas y armaduras», en Historia de las artes industriales y aplicadas, coord. A. Bonet Correa, Madrid, Cátedra, l982. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2016, pp. 36-46. ISSN: 0482-5748


REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA CERVANTES
To see the actual publication please follow the link above