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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 912

REVISTA EJÉRCITO • N. 912 ABRIL • 2017  101  SECCIONES FIJAS que ser transformado por sus hijos, el cardenal César Borgia fundamentalmente y en menor medida Juan, en una fuerza militar moderna, flexible y potente. Hablamos de unas levas heterogéneas heredadas, propias de la Edad Media, que en pocas décadas tenían que pasar a convertirse en unidades más modernas aplicando tácticas muy específicas que radicaban en la toma y el dominio de los castillos y ciudades fortificadas, ya que en estos recaía la defensa de las tierras, además del control de la población campesina de los alrededores. Respecto de César, este fue un personaje de carácter complejo y enrevesado que combinaba dos pasiones, los campos de batalla con las intrigas dentro de su red de allegados. Una de sus primeras medidas adoptadas, como máxima autoridad militar de facto al acceder su padre a la mitra papal, fue la implantación de un sistema de mercenariado (soldados profesionales) reconocidos como experimentados guerreros respetables y especializados en diversas artes militares. Mientras el grueso de la infantería papal se nutría de labradores cuasi analfabetos, otros cuerpos (escuderos, arqueros, lanceros, artilleros y fortificadores) se organizaron en unidades profesionales y cualificadas, preparadas para actuar en fases muy específicas de las batallas. Para estos profesionales a sueldo, el valor añadido de haber participado bajo tropas españolas, francesas o carolingias era una garantía ampliamente apreciada y valorada. Así, en la batalla contra la familia Orsini en Ostia (1497), el éxito radicó en el empleo de caballeros mercenarios que ágilmente desplegaban, se replegaban y cargaban a caballo junto a los escuderos y los arqueros con la infantería y unidades especiales, a saber, ingenieros y artillería de sitio, que también fueron expertos contratados específicamente para esa campaña. Curiosamente en esta batalla, las tropas papales tuvieron el apoyo militar de Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán), que ya organizaba sus huestes en torno a compañías de infantería y tercios. El éxito militar y táctico del empleo de los tercios como unidades de tropa aguerrida, no cabe duda que sucumbió al deseo de César y Juan Borgia de implantar y crear su propia fuerza militar de unidades de asedio y fortificación. Dada la buena sintonía entre Alejandro VI y Fernando II de Aragón, el Gran Capitán gozó de total libertad y autoridad militar para influir y organizar las huestes papales de la mejor y más eficaz manera. Es así como prácticamente durante todo el papado de Alejandro VI y su sucesor Julio II, se implantó para los ejércitos eclesiásticos de Roma la organización en torno a tercios bajo el mando de maestres de campo y compañías de infantería con rodeleros, piqueros, arcabuceros y mosqueteros. Y de todos estos, los piqueros vaticanos jugaron un gran papel en numerosos episodios, como por ejemplo en la toma de Faenza en 1503, como fuerzas encargadas de contener a la caballería feudal enemiga gracias al hábil dominio de la pica. Otro hecho militar impulsado por los Borgia fue la férrea disciplina militar implantada entre sus huestes. Su ejército se desenvolvía bajo una disciplina de hierro, con oficiales (una gran mayoría de ellos españoles) que enérgicamente ejercían el liderazgo. Por un caballo que estuviera desnutrido o mal atendido el castigo era la muerte y los soldados estaban bajo continua amenaza por tener la cuerda de un arco floja o una espada sin mantenimiento, o si montaban Rodrigo de Borgia, papa Alejandro VI


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