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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 912

Fernández de Córdoba pretendía enseñar al rey la manera de luchar de los españoles. No quería que se repitiera lo de Seminara, cuando el monarca desoyó los consejos de Gonzalo y fueron derrotados. Junto a Ferrante II y a sus caballeros venecianos, napolitanos y pontificios subieron a un cerro cercano para hacerse una idea de la situación. Después recorrió las posiciones de los coaligados y comprendió que el núcleo de la resistencia francesa eran los molinos. Nuestro héroe ideó un ataque frontal en el que sólo participarían los españoles. La noche anterior al enfrentamiento, en los fuegos de campamento, los italianos preguntaban a los hispanos si era merecido el apodo de Gran Capitán con el que algunos se referían a su jefe. Con la colección de excelentes capitanes que tenía la Liga, era demasiado presuntuoso que uno fuera tenido por el más grande. La respuesta la obtendrían la mañana siguiente. Napolitanos, venecianos y el resto de aliados con el rey y sus nobles se colocaron en las alturas próximas al lugar de 114  REVISTA EJÉRCITO • N. 912 ABRIL • 2017 los combates para ver el desarrollo de los mismos. Esperaban un nuevo fracaso, idéntico al que ellos habían sufrido semanas antes, cuando intentaron un primer desalojo de los helvéticos que custodiaban los edificios molturadores. El 1 de julio de 1496 «un primer destacamento de infantería española con escudos había de atacar a la guarnición de los molinos. Otro grupo de infantes con picas estaba dispuesto a secundar este ataque acometiendo y desorganizando al enemigo. La caballería había de actuar también en dos sectores distintos. Un escuadrón de hombres de armas situado entre Atella y los molinos haría frente al posible socorro procedente de la plaza. Y los caballos ligeros tenían por misión envolver y perseguir a la tropa avanzada».4 Como señala Luis María de Lojendio en el párrafo anterior, Gonzalo dispuso en primer lugar las compañías de rodeleros. En segunda línea los piqueros para darles cobertura. Detrás, aunque intervinieron poco, los arcabuceros. La caballería ligera en reserva para cortar la retirada enemiga. Los 70 jinetes de la caballería pesada, ubicados entre Atella y los molinos con el propósito de evitar cualquier ayuda proveniente de la ciudad. Enfrente, un enemigo considerado lo más granado de los ejércitos europeos. Delante, los tiradores gascones y, detrás, para darles protección, los rubicundos suizos. Verdaderas torres humanas si las comparamos con la estatura media de los «salvajes íberos» que avanzaban a su encuentro. Los helvecios vestían vivos colores, especialmente de paño rojo que adornaban con una cruz blanca. Con una disciplina sin igual, no vista anteriormente por sus espectadores itálicos, los infantes españoles comenzaron el movimiento. Inicialmente al paso y Caballería pesada española después a la carrera al grito


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