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Historia Los propósitos estaban claros. A nadie Fuente: Centro de Historia y Cultura Militar de Melilla engañaba el Sultán de Marruecos, Mohammed ben Abdallah, cuando, en junio de 1774, reunió a un numeroso ejército e hizo correr la voz de que su intención era someter a las tribus rebeldes. El mando militar de las fuerzas de defensa de Melilla no tardó tiempo en preparar la respuesta a un posible asedio. En ese mismo mes llegaba a la plaza el mariscal de campo Juan Sherlock y se ordenó que los Regimientos de Infantería “España” y “La Princesa” estuvieran preparados en Málaga como respuesta a un posible ataque enemigo. El Tratado de Paz y Comercio firmado entre España y Marruecos en 1767, y que reconocía, entre otros aspectos, las posiciones españolas en el norte del continente africano, quedaba así fracturado. De hecho, el 19 de septiembre de 1774, un grupo de emisarios del Sultán marroquí, presentó una carta en Ceuta, dirigida al rey Carlos III, por la que se anunciaba la ruptura del tratado y la intención de desalojar a los cristianos de tierras musulmanas. Al poco tiempo Ceuta era atacada y España declaraba la guerra al imperio de Marruecos. Las primeras tropas del ejército marroquí llegaban al campo exterior de Melilla el 9 Felipe Pulido de diciembre de 1774. El conjunto de sitiadores estaba compuesto por entre veinte y treinta mil hombres, a pie y a caballo. El mariscal SHERLOCK juró que defendería la plaza hasta derramar la última gota de sangre frente a los marroquíes Pese a los intentos de las tropas marroquíes por hacer que los españoles abandonaran la plaza, el mariscal Juan Sherlock juró que la defendería hasta derramar la última gota de su sangre. La defensa la iniciaron 776 militares. Las medidas adoptadas por el marqués de Grimaldi, ministro de Estado de Carlos III, surtieron efecto y tres días después la primera embarcación de auxilio llegaba hasta la plaza de Melilla; además, consiguieron aumentar el número de defensores en algo más de 3.000. La mayor parte de las mujeres, niños y ancianos embarcaron hacia la Península. Algunas esposas de combatientes, en cambio, se negaron a embarcar y permanecieron en la zona. Desde el primer mo- 63


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