TEMAS GENERALES Patrullero de altura Atalaya (P-74) desde la isla de Alborán. (Foto: Armada española). que, al parecer, se guarecen en la cueva baja del Poniente. No parecen náufragos, aunque han llegado en una pequeña chalupa con dos grandes cofres. Mañana lo veré». Según relató el farero al investigador Elías Montes Sobrino, quien se desplazó a la isla al tener conocimiento del artículo, cuando al día siguiente de la llegada de los extraños visitantes bajó a interrogarlos, pudo constatar que no eran españoles «por su porte y porque apenas hablaban el castellano», lo que no fue obstáculo para que consiguiera entenderse con ellos «en el mal francés que unos y otros hablábamos», no dejando de ser sorprendente que tanto el farero como los recién llegados supieran expresarse en francés: el uno por ser un modesto funcionario y los otros por tratarse de dos rusos y dos griegos, según indicó el primero en su relato. Parece que justificaron la arribada por su huida de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, inicialmente a Tiro y posteriormente a Tánger, desde donde un agente judío les trasladó hasta las inmediaciones de Alborán, isla que les había descrito como un paraíso, cosa que no resultó veraz, como enseguida comprobaron. Prosigue el relato del farero diciendo que los monjes iniciaron la construcción de su pequeño monasterio utilizando los materiales que les dejaban los 478 Abril
REVISTA GENERAL DE MARINA ABRIL 2017
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