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vesaron la selva lo que provocó la muerte por enfermedad de cientos de soldados, pero al fin llegaron y Vernon ordenó el ataque. El primer asalto inglés se hizo contra una entrada de la fortaleza y se saldó con la muerte de aproximadamente 1.500 soldados ya que dicho flanco estaba muy bien protegido. Tras este ataque inicial, Vernon se desesperó ante la posibilidad de perder una batalla que parecía hasta hace pocas horas ganada de antemano. El inglés ordenó una nueva embestida, aunque esta vez planeó que sus soldados usaran escalas para poder atacar directamente las murallas. En la noche del 19 de abril los ingleses se organizaron en tres grupos para atacar San Felipe. Sin embargo, los asaltantes se llevaron una gran sorpresa: las escalas no eran lo suficientemente largas para alcanzar la parte superior de las murallas. Blas de Lezo había ordenado cavar un foso cerca de los muros para aumentar su altura y evitar el asalto. JOSÉ ANDRÉS ÁLVARO OCÁRIZ Monumento a Blas de Lezo en los Jardines del Descubrimiento de la madrileña plaza de Colón; pág. sig., leyenda grabada en la cara posterior del pedestal Los españoles les produjeron entonces cientos de bajas. Al día siguiente, salieron de la fortaleza dispuestos a aprovechar el duro golpe psicológico que habían sufrido. Tras una cruenta lucha, los menos de 600 defensores lograron que el enemigo se retirara y volviera a sus navíos. El descalabro ante el castillo de San Felipe desmoralizó a los ingleses. El engreído sir Edward Vernon se había revelado como un incompetente incapaz de vencer a 600 españoles harapientos y famélicos capitaneados por un anciano tuerto, manco y cojo. Después de esa batalla, los ingleses realizaron una serie de intentos de conquistar la plaza fuerte, pero fueron rechazados. Vernon se retiró a sus barcos y ordenó un bombardeo masivo sobre la ciudad durante casi un mes, pero no sirvió de nada. Finalmente, Vernon abandonó las aguas de Cartagena de Indias dejando unos 5.000 ingleses muertos. Según cuenta la leyenda, Vernon sentía tanto odio hacia Lezo que, mientras se alejaba junto a su flota de vuelta a Inglaterra, gritó a los vientos: «God damn you, Lezo!» (¡Que Dios te maldiga, Lezo!). Vernon optó por una retirada enviando una carta a Blas de Lezo: «Hemos decidido retirarnos para volver pronto a esta plaza después de reforzarnos en Jamaica». 78 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 136


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