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BOLETIN IEEE 4

135 continuar viviendo como gente respetable. «Los buenos no nos dan pausa» que dirá Maite Pagazurtundúa. Las mentes quedan colonizadas. Y es que, el terrorismo trata de trascender a las víctimas, de construir sobre ellas intentando no ya hurtarles su identidad sino extrañarlas, convertirlas en objetos útiles al relato mientras intenta evitar por todos los medios que se aborde su condición de seres humanos. Las víctimas, cumplida su misión de espectáculo, deben desaparecer, tornarse invisibles. Su muerte no debe ser solo física sino también social. Es ejecución, es simultáneamente muerte, justicia y culpa. Y su entorno debe además soportar la vergüenza, el estigma, la infamia. Es la única manera de excusar el crimen y blanquear la memoria. Peor aún, a veces se ha pretendido el que las víctimas tengan con todo la obligación de perdonar, negándoles el derecho a no hacerlo y hasta culpabilizándolas en ese supuesto; y eso, a quienes ni siquiera se han disculpado por los males ocasionado. No obstante, en el perdón, en la comprensión, pueden blanquearse nuevamente las ideas al librarse de la carga de los crímenes cometidos en su nombre. En este marco el lenguaje se emplea para deshumanizar a las víctimas, movilizar a las masas para destruirlas y negar la masacre; el descarrío de las palabras, ligado al desarrollo burocrático y tecnocrático, permite entonces neutralizar los sentimientos de culpabilidad de los ejecutores. La terminología orwelliana transforma la realidad, la crea, por medio de la conmoción, permitiendo que esta se deslice posibilitando el negacionismo. «La colaboración con el mal comienza aceptando palabras … la inmunización del sistema de dominación, la tolerancia con demasiadas cosas intolerables». Poco a poco. A los judíos a los que, al comienzo de su persecución, se les prohibía sentarse en algunos bancos de algunos parques, les era lícito acudir a otros. La proscripción parecía tonta, pero fue el origen de todo y una forma de tomar el pulso a la sociedad e iniciar simultáneamente el proceso que conducía a su definitivo extrañamiento. El lenguaje se utiliza así para confundir a los enemigos, reunir y motivar a los amigos y ganar el apoyo de los espectadores vacilantes. Todo es cuestión de palabras. Con ellas se nos introduce poco a poco, sus mitos y también, peor aún, sus reglas que se ven paulatinamente naturalizadas hasta el punto de «hacer perder a miles de personas el bie3 '/Z/ZĞĐĞŶƐŝſŶĚĞůůŝďƌŽͨ>ůƵǀŝĂĚĞĨĂŶŐŽͩĚĞDĂŝƚĞWĂŐĂnjĂƵƌƚƵŶĚƷĂ &ĞĚĞƌŝĐŽnjŶĂƌ&ĞƌŶĄŶĚĞnjͲDŽŶƚĞƐŝŶŽƐ ŽĐƵŵĞŶƚŽĚĞŶĄůŝƐŝƐ ϲϱͬϮϬϭϲ ϱ


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