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393 contra un 43% de los sufragios emitidos en contra de la permanencia de Pinochet en la presidencia, fue reconocido por el propio régimen autoritario. Y se abrió un proceso que condujo a unas elecciones presidenciales en donde la oposición revalidó el resultado del referéndum bajo el liderazgo de Patricio Aylwin frente al candidato del continuismo, Hernán Büchi. Los opositores a la dictadura se convirtieron en gobierno y los partidarios de la dictadura pasaron a la oposición. Y la máquina democrática chilena, que hasta 1973 había sido la más pacífica y civil de toda Sudamérica, se puso de nuevo en marcha. Por eso, cuando Patricio Aylwin tomó posesión como presidente el 11 de marzo de 1990 en el mismo Estado Nacional en donde el 11 de septiembre de 1973 las víctimas del golpe de Estado habían sido internadas, a modo de masiva cárcel para presos políticos al aire libre, pudo proclamar su deseo de liderar un nuevo Chile en donde colaboraran juntos «militares y civiles». Algunos de los asistentes, al escucharlo, comenzaron a silbar (en concreto, según propia confesión, algún que otro miembro del actual episcopado chileno). Y Aylwin hizo acallar los silbidos y provocar una atronadora ovación cuando su voz se elevó por encima de los silbidos para decir «¡Sí, compatriotas. Militares y civiles. Chile es solo uno!». Ello no fue obstáculo para que ese mismo año 1990, el presidente Aylwin, decidiera poner en marcha una Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación. Y para que, en nombre del Estado, como presidente, y aun habiendo sido perseguido por la dictadura, pidiera perdón a todas las víctimas causadas por el pinochetismo. Uno de los grandes protagonistas de la reconstrucción democrática del Chile contemporáneo y, con certeza, también uno de sus más eminentes hombres de Estado, Gutenberg Martínez, evoca el clima de construcción democrática compartida y fraterna, basado en la amistad cívica, que constituyó la base del trabajo de una generación y un país comprometidos con la apertura de un nuevo tiempo4. Desde el principio de la Transición chilena a la democracia, la voluntad de reconciliación nacional informó el estilo del debate político. El lenguaje de los hombres de Estado chilenos fue el lenguaje de la responsabilidad y del sentido patriótico, de la capacidad para el diálogo desde la identidad. Cuando se 4 MARTÍNEZ OCAMICA, G.: La fuerza de las ideas. Diálogo con A. PERALTA ARTIGAS y E. PISTACCHIO SASSARINI. Santiago de Chile. 2014, p. 112: «... Teníamos un verdadero proyecto de largo plazo y un programa claro por desarrollar ... Había equipos políticos y técnicos, partidos y dirigencia comprometida, amistad cívica, voluntad de construir y aportar. Y contábamos con un presidente de lujo, como fue Patricio Aylwin. Del No al primer gobierno, fue un tiempo increíble. Claramente el mejor». bie3 Chile: la madurez de una democracia Enrique San Miguel Pérez Documento de Opinión 103/2016 5


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