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757 energía. A los analistas del Pentágono no les quedó ninguna duda de que en Yongbyon se fraguaba algo importante17. Corea del Norte jugaba con ventaja, pues podía extraer uranio natural de sus minas para provocar una reacción nuclear, y grafito para moderarla y controlarla. De hecho, los propios soviéticos habían extraído notables cantidades de monacita de las minas norcoreanas para el desarrollo de su propio programa atómico, pagando a Pyongyang con buena parte de las armas que, posteriormente, usaron en la guerra. Además, poseía un buen número de científicos formados en universidades japonesas y soviéticas, capitaneados por el célebre Dr.Lee Sung-Ki, amigo íntimo de Kim Il-Sung. Tan solo necesitaban tecnología punta para incrementar el rendimiento de la central y, por ello, solicitaron a los soviéticos la entrega de cuatro reactores de agua ligeros. Moscú aceptó a condición de que Kim Il-Sung firmase Tratado de No-Proliferación de Armas Nucleares, lo cual hizo el 12 de diciembre de 1985, pero con la situación económica de los soviéticos a finales de los ochenta, los planes para transferir los reactores se vieron trastocados y Pyongyang amenazó con abandonar el tratado. En 1990 los satélites mostraron lo que parecían ser instalaciones para la reutilización del combustible nuclear agotado y la OIEA exigió realizar inspecciones. En la primera de ellas, los delegados de la agencia quedaron sorprendidos al ver que, si bien las instalaciones eran mucho más grandes de lo que las fotos por satélite mostraban, apenas estaban a un 80% de su capacidad y su construcción estaba tan solo al 40%. Los sistemas parecían, igualmente, ser bastante primitivos y no capaces de producir más de diez megavatios. Rusos y chinos aseguraron que el Ejército norcoreano no poseía plataformas para poder transportar y disparar un arma nuclear, pero para 1993, la CIA estaba convencida de que Pyongyang estaba en condiciones de poder fabricar una o, tal vez, dos bombas atómicas y, cuando los inspectores de la OIEA volvieron a visitar la central, ese mismo año, los agentes norcoreanos les denegaron el acceso a las plantas de reciclado y a los depósitos en los que se guardaba el combustible gastado. Su entonces secretario general, el sueco Hans Blix, comunicó no estar en condiciones de poder garantizar que el régimen de Pyongyang no estuviera fabricando armas nucleares. Con todo, el tumulto de los setenta y los ochenta trató bien a una Corea del Sur que mantuvo un nivel de crecimiento permanente en torno al 8% anual, creando una fuerte 17 Ibíd. bie3 El programa nuclear de Corea del Sur ¿Herramienta definitiva para defenderse del Norte o clavija para desestabilizar Extremo Oriente? Ignacio M. García-Galán Documento de Opinión 126/2016 9


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