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88 La solución pasa por reconstruir la comunidad, esto es, por deshacer los planos que sirven para escenificar la diferencia, evitando una polarización que contribuya a la construcción de las categorías amigo-enemigo en torno a ella, resaltar lo común y respetar lo diverso, no ver en el diferente a un enemigo. El reduccionismo, la simplificación, la dicotomía, no son acertadas… ni siquiera inteligentes: ¿Qué hay de bueno en pretender ser enemigo de 1.200 millones de musulmanes? Recordando un célebre discurso de Huari Bumedián: «Las experiencias humanas en numerosas regiones del mundo han demostrado que los vínculos espirituales, tanto si son islámicos como cristianos, no han podido resistir las embestidas de la pobreza y de la ignorancia, por la sencilla razón de que los hombres no quieren ir al paraíso con el estómago vacío. Esa es la cuestión de fondo. Un pueblo que tiene hambre no necesita escuchar versículos. Lo digo con todo el respeto que tengo al Corán que aprendí cuando tenía diez años. Los pueblos que tienen hambre necesitan pan, los pueblos ignorantes saber, los pueblos enfermos hospitales» El problema, ya lo definía Sartre: «el otro no es nunca el desarrollo de mi libertad, sino obstáculo. El infierno son los otros y contra esto no hay solución alguna». Hay pues un problema de desconfianza, de seguridad. bie3 La cultura como factor polemológico Federico Aznar Fernández-Montesinos Federico Aznar Fernández-Montesinos Analista del IEEE Documento de Análisis 61/2016 11


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