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914 y la leen mientras un limpiabotas que lleva una bata de uniforme les abrillanta los zapatos. Paralelamente a esas clases dominantes, las masas marfileñas sobreviven en barriadas pestilentes y sucias, de infraestructuras destartaladas y construcciones desordenadas hechas sobre la marcha. En estos submundos de hacinamiento urbano, la gente joven pasa el día vendiendo cachivaches chinos, ropa usada o desechos de coches en mercadillos donde viven millones de personas entre suciedad, porquería y miseria caótica, de jolgorio y follón de gente que se va a alguna parte, o viene de algún sitio, discute, negocia, se pelea, grita. Esos dos mundos conviven y se complementan blindando la ciudad del conflicto armado hasta que en el 2011 todo se vino abajo. La guerra urbana, las sanciones y los bloqueos inmovilizaron la ciudad y paralizaron la región. El final de la Guerra Fría provocó un cambio en los equilibrios de poder en algunos países. El derrumbamiento de la Unión Soviética permitió a algunos nuevos líderes africanos abastecer milicias improvisadas a precio de saldo y así aventurarse en guerras civiles durante los años noventa65. En lugares fronterizos a Costa de Marfil, como Liberia, Sierra Leona o Guinea, los Estados se desmoronaron, las sociedades se fragmentaron, dejó de haber reglas de sentido común y se impuso la ley de las armas. Al principio se impusieron las reglas de grupos de civiles que, manipulados y cegados de odio, utilizaban la violencia para matar, destruir y robar a la sombra de alguna ideología que tal vez alguien pensara que era justa. Pero, con el tiempo, el sinsentido irracional degeneró en un circo donde con una impunidad total, todos estaban contra todos. Los legados históricos de tiranía y sus vínculos con la anarquía se mezclaron con odio étnico y crimen organizado. Un coctel molotov que terminó salpicando al país más desarrollado de la región. El intento de rebelión que en el 2002 se instaló en Costa de Marfil es un fenómeno curioso y de difícil análisis, pero al observar los acontecimientos con la distancia surgen muchas preguntas que no terminan de tener respuestas claras. Por qué los rebeldes no insistieron en tomar la capital. Por qué el Ejército no continuó atacando sin descanso hasta acabar con los rebeldes. Al final ninguna de las partes consiguió sus objetivos y como resultado el país quedó dividido en dos partes que se terminaron beneficiando de una situación irracional e insostenible. 65 BERKELEY, Bill, The graves are not yet full, 2001. bie3 Costa de Marfil: el desmoronamiento de un sueño africano Marcos Lorenzana Documento Marco 21/2016 31


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