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REVISTA GENERAL DE MARINA MAYO 2017

VIVIDO Y CONTADO de navío Juan Caamaño y un servidor). Era emocionante ir leyendo, primero en el baralt y luego en el radaraltímetro, cómo pasabas, metido en el «puré», por 1.000 pies, 500, 400, 300, 200… hasta que a 150 ¡por fin entrevimos el agua! El resto de la aventura fue fácil, las nubes estaban muy pegadas a tierra, pero entramos prácticamente taxeando por el eje de la ría, cual barco en canal dragada, hasta su extremo interno, donde está el aeropuerto. Teníamos gran confianza en nuestros operadores radar. Los controladores de Santander nunca llegaron a entender qué habíamos hecho. Por supuesto que nuestros compañeros de la Quinta solían estar implicados también en las mismas historias u otras similares, en noble competencia. Malhadados despegues y recuperaciones encubiertas Por aquel entonces, y bajo la influencia de la Guerra de las Malvinas, se puso de moda en la Quinta y la Tercera usar tácticas de despegue y toma encubiertas, con «casi» todo apagado y mínimas comunicaciones, tanto a bordo del Dédalo como en el propio helicóptero. Llegamos a adquirir mucha seguridad, demasiada, porque un aciago 13 de mayo de 1986 el Gato 15 se estrelló contra el palo del Dédalo pereciendo sus cuatro tripulantes, los cabos primeros Juan L. Pedruzo Udaeta (¡cuán compenetrado en vuelo llegué a estar con este hombre!) y José Cubero Nieto, el teniente de navío Luis Jáudenes Gual de Torrella, recién llegado a la escuadrilla, y el comandante piloto alférez de navío (RNA) Luis Urrutia Mera, que además es hermano de un buen amigo de mi promoción, el ahora capitán de navío José María Urrutia. Alargaría mucho este artículo hablar de aquel accidente que está clavado en el alma de cuantos lo vivimos. Aún recuerdo la siguiente madrugada cuando se me acercó el entonces alférez de navío (RNA) y ahora capitán de fragata en la reserva Luis Jar Torre (magnífica pluma que honra a menudo a esta REVISTA), destinado a bordo como oficial de meteorología, me dio mi gorra y me dijo: «Javier, los helicópteros que se llevan los restos de tus compañeros están a punto de despegar, he supuesto que querrás despedirlos como merecen». En efecto, un grupo nos mantuvimos firmes en cubierta, en primer tiempo de saludo, con lágrimas en los ojos, mientras los «Quinta» se alzaban hacia un cielo rojizo en alegoría impresionante de otra «ascensión» producida horas antes. Uno de los cuerpos no fue recuperado, cayó al mar con partes del helicóptero. «Sobre la tumba del marino no florecen rosas», cantan los alemanes. 716 Mayo


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