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BOLETIN IEEE 5

150 Este artículo pretende explorar los profundos cambios que parece estar sufriendo el orden internacional y el peso que en dicho nuevo orden está adquiriendo el enfoque geopolítico, fundamentalmente entre las nuevas potencias emergentes. No se propone tanto que Occidente deba cambiar los propios puntos de vista hacia un enfoque más geopolítico, como que se tengan en cuenta sus premisas en la relaciones con los demás, considerando que recientes intentos de configurar el mundo imponiendo el modelo liberal democrático han producido el efecto contrario, dando lugar a un mundo menos estable y pacífico, y más hostil a los valores occidentales. De un orden hegemónico a un mundo multipolar Tras el final de la Guerra Fría Estados Unidos quedaron como única superpotencia dominante con un grado de hegemonía global que, como afirmó en su día Brzezinski, no tenía precedentes en la historia1. Siendo la bipolaridad ideológica un componente esencial de la Guerra Fría, el desplome tan completo del rival comunista —que llevó incluso a la descomposición de la misma Unión Soviética— dio al modelo democrático liberal un respaldo tan formidable que llegó a parecer que se trataba del triunfo definitivo del sistema político-económico liberal democrático y de los valores que lo sustentan. El famoso artículo El fin de la Historia de Francis Fukuyama, aunque fuera contestado, emergió como la punta del iceberg que subyacía en el subconsciente tanto de los vencedores como de los vencidos. El idealismo norteamericano y la tradición jurídica occidental ganaron terreno en las relaciones internacionales a las visiones más realistas vinculadas a los intereses nacionales, las capacidades materiales y el equilibrio de poder. El Nuevo Orden Mundial aspiraba a superar los antiguos «vicios» de la geopolítica y a construir el mundo conforme a unos principios comunes a toda la humanidad, donde la democracia estaba llamada a ser tanto el referente legitimador como el agente pacificador. Se pensaba, por ejemplo, que la globalización en su conjunto, y muy especialmente la universalización del acceso al conocimiento por los avances de las comunicaciones, favorecerían un desarrollo mundial más armónico y justo. Por lo contrario, en las últimas décadas ha crecido la desigualdad, debilitando el apego de importantes sectores de la población occidental hacia sus propios signos de identidad. 1 BRZEZINSKI, Zbigniew, Le grand échiquier, L’Amérique et le reste du monde, Bayard Éditions, 1997, p. 47. bie3 >ĂŐĞŽƉŽůşƚŝĐĂŚĂǀƵĞůƚŽƉĂƌĂƋƵĞĚĂƌƐĞ :ŽƐĠWĂƌĚŽĚĞ^ĂŶƚĂLJĂŶĂ'ſŵĞnjĚĞKůĞĂ ŽĐƵŵĞŶƚŽĚĞŶĄůŝƐŝƐ ϬϲͬϮϬϭϳ ϯ


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