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152 sido precisamente el no haber tenido en su debida consideración las premisas geopolíticas, actuando como si las sociedades pudieran liberarse por completo de ellas y olvidando el peso de la cultura, de la historia y, en definitiva, de la geografía en el sentido amplio del término. Este ha sido, por ejemplo, el caso del modelo de intervención militar en Irak en 2003, al no tener en cuenta las graves consecuencias de alterar el equilibrio regional entre sunitas y chiitas, o la intervención en Libia, al pasar por alto las profundas divisiones tribales del país. El punto de inflexión que debilitó el orden internacional regido por los principios liberaldemocráticos admirado y respetado a nivel global. El brutal atentado había generado una enorme solidaridad hacia Norteamérica, reforzando aún más su capacidad de liderazgo. Washington no estaba enfrentado a ningún rival y presidía el orden internacional sin que sus fuerzas combatieran en ninguno de los principales teatros geoestratégicos. La amenaza terrorista en ascenso añadía argumentos para unas relaciones internacionales más colaborativas. El despliegue militar en Afganistán en octubre de 2001 tuvo un gran respaldo internacional y no se ponía en duda el derecho legítimo de Estados Unidos para intervenir en un país en cuyo territorio se encontraba el cuartel general de la organización terrorista responsable del colapso de las Torres Gemelas. Sin embargo, la decisión de atacar a Sadam Husein en Irak en marzo de 2003 dañó gravemente la cohesión entre Washington y las principales capitales del mundo —entre ellas algunos importantes aliados europeos— y disolvió, como un azucarillo en el café, el liderazgo y prestigio de Estado Unidos. Incluso dentro de la propia nación norteamericana la controversia fue muy encendida. Eso fue así precisamente por la arrogancia con la que el presidente norteamericano y su entorno prescindieron de gran parte de los principales actores de la comunidad internacional. Influido por los hombres fuertes del lobby neocon —los únicos que ofrecieron al presidente una respuesta contundente al 11-S— Bush antepuso músculo a legitimidad. Robert Kagan, uno de los principales portavoces del pensamiento neocon, lo justificaba afirmando que los americanos eran de Marte y los europeos de Venus y que lo que legitima el ejercicio del poder es precisamente tenerlo3. La guerra en 3 Esta es la tesis central del artículo y posterior libro: KAGAN, Robert, «Poder y debilidad, Estados Unidos y Europa en el nuevo orden mundial», 2003. bie3 >ĂŐĞŽƉŽůşƚŝĐĂŚĂǀƵĞůƚŽƉĂƌĂƋƵĞĚĂƌƐĞ :ŽƐĠWĂƌĚŽĚĞ^ĂŶƚĂLJĂŶĂ'ſŵĞnjĚĞKůĞĂ fue el Once de Septiembre. En aquella época Estados Unidos era ŽĐƵŵĞŶƚŽĚĞŶĄůŝƐŝƐ ϬϲͬϮϬϭϳ ϱ


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