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301 ha establecido con mucha inteligencia, oportunidad y acierto relaciones con líderes religiosos que han apoyado su campaña. Ha buscado el apoyo de las comunidades cristianas que estaban en principio en disposición de poder aceptar su discurso político, jugando siempre a ganar y evitando plantear batalla donde no podía hacerlo. El candidato Donald Trump no ha hecho mucho esfuerzo por atraer a los católicos, ni a los episcopalianos, ni a los protestantes evangélicos más ortodoxos y mejor formados. Simplemente ha confiado que el programa de su adversaria del partido demócrata fuese mucho más refractario que el suyo a los valores de las Iglesias que se situaban más alejadas de su capacidad de influencia. El manejo de la distancia del candidato Donald Trump con las comunidades cristianas durante la campaña se ha materializado en una estrategia eficaz, resultado de una explotación tanto de las propias fortalezas como de las debilidades de su oponente. La defensa del matrimonio entre homosexuales y el apoyo al aborto de los demócratas ha permitido a Trump recoger, sin hacer ningún gesto, más de la mitad de los votos de los católicos y cinco de cada seis votos de los protestantes blancos. Donald Trump llega a la presidencia de Estados Unidos sin prácticamente experiencia política. Es un hombre de negocios. Sus negocios más importantes están relacionados con el sector de la construcción y los casinos de Atlantic city. La mayoría de los telepredicadores son también hombres de negocios que no se avergüenzan de ser ricos. La riqueza para la nueva teología de la prosperidad, «the prosperity gospel», es un signo de predilección divina. Negocios, riqueza y ostentación son valores que no despiertan sospecha y concurren para arrastrar a una sociedad donde el sueño americano es alcanzar el éxito económico. Ningún presidente de Estados Unidos ha llegado nunca a alcanzar los índices de popularidad del presidente Bush padre, que consiguió llegar a un índice de aprobación del 90%. Sin embargo, con todos sus brillantes aciertos, especialmente en su política exterior y de seguridad, fue derrotado en las elecciones de 1992 por el candidato Clinton. «It is the economy stupid», fue el eslogan de la campaña electoral del presidente Clinton del año 1992. bie3 dŚĞĂŵĞƌŝĐĂŶƌĞůŝŐŝŽŶŽĨǁŝŶŶŝŶŐLJůĂƌĞůŝŐŝſŶĐŝǀŝůŶŽƌƚĞĂŵĞƌŝĐĂŶĂ ŶĚƌĠƐ'ŽŶnjĄůĞnjDĂƌƚşŶ ŽĐƵŵĞŶƚŽĚĞŶĄůŝƐŝƐ ϭϯͬϮϬϭϳ ϮϬ


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