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355 alarma e indignación, y abría el interrogante de dónde se detendría la OTAN, negando a la Federación Rusa toda área de influencia y reforzando la sensación de cerco. En agosto de 2008 el Kremlin reaccionó a esta última iniciativa de la OTAN con la intervención militar en territorio de Georgia. Tanto para la OTAN como para la UE fue motivo de importantes tensiones. Desde el punto de vista ruso fue un aviso a Occidente de que estaba entrando en terreno peligroso. Sirvió también para constatar por parte rusa la falta de una estrategia de respuesta occidental ante el uso de la fuerza fuera de sus fronteras. La expansión de la OTAN a los países bálticos había supuesto desde la perspectiva de Moscú la última concesión admisible. Ya Gorbachov en 1991 había dado por perdidas dichas repúblicas cuando intentó evitar la completa disolución del URSS creando la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Al fin y al cabo dichos países habían sido incorporados al Estado soviético con motivo del pacto Molotov-Ribbentrop, de legitimidad bastante dudosa. Para el Kremlin aquel cúmulo de acontecimientos, que se sumó en 2008 a la crisis económica producida por la quiebra de Lehman Brothers, supuso un cambio de actitud hacia los países de la OTAN cuyo orden internacional, principios y valores aportaban inestabilidad, le negaban sus aspiraciones de potencia regional y, en última instancia, suponían una amenaza interna para la estabilidad del régimen. Moscú consideraba que tenía que defenderse de la imposición del modelo liberal-democrático que alentaba las revoluciones de colores y que servía de argumento para expandir la OTAN y la UE hasta sus mismas fronteras y para separar de la Federación Rusa a los países que consideraba su área de influencia natural. Posteriormente, la actitud de los países occidentales en la Primavera Árabe que acogieron inicialmente con entusiasmo los movimientos populares, derrocaron a Gadafi en Libia y dieron su apoyo a los rebelde sirios, empeoró, desde el punto de vista del Kremlin, la situación antes descrita e hizo que Putin, al volver a la presidencia en 2012, hiciera del rechazo explícito del orden internacional y de los valores occidentales un tema central de su acción política y estratégica. Por otra parte, el presidente ruso también quería poner coto a la protesta y oposición internas que proponían políticas de corte más occidental y que en su opinión debilitaban la posición estratégica de Rusia y podían terminar desembocando en una revolución de color interna. bie3 ,ŝƐƚŽƌŝĂ͕ŝĚĞŶƚŝĚĂĚLJĞƐƚƌĂƚĞŐŝĂĞŶůĂ&ĞĚĞƌĂĐŝſŶZƵƐĂ :ŽƐĠWĂƌĚŽĚĞ^ĂŶƚĂLJĂŶĂ'ſŵĞnjĚĞKůĞĂ ŽĐƵŵĞŶƚŽĚĞŶĄůŝƐŝƐ ϭϲͬϮϬϭϳ ϭϭ


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