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906 que se mantenían bajo control en función de los intereses de las dos superpotencias. Una vez libres de las restricciones, parte de esas tensiones se liberan en la forma de conflictos internos que, debido a la presencia de poderosas variables como la globalización, tienen efectos en los niveles superiores del sistema. A estas pulsiones del sistema internacional las hemos denominado nuevos conflictos. Las sociedades están embarcadas en un movimiento sin retorno hacia una estructura mundial que, muy posiblemente; adoptará la forma de algún tipo, aún indeterminado, de multipolarismo. Ese movimiento pone en entredicho la validez de los anteriores marcos de referencia, que amenazan con quedar inservibles. Uno de esos marcos es el Estado, cuyas costuras sufren una gran tensión, tanto desde el interior como desde el exterior del mismo. El recurso a la modalidad violenta del pólemos es la respuesta resistiva al movimiento por parte de las piezas del sistema que aún no han iniciado sus procesos de cambio. Por otra parte, las recetas que se pretenden aplicar recurren a los anteriores marcos; más actor Estado. Quizás la razón sea porque aún no se vislumbra la estructura que pueda sustituir al referente westfaliano, si es que debe ser así. Tal es el grado de incertidumbre sobre el futuro. A pocas horas de vuelo de los espacios seguros y sin guerra de Occidente, los espacios plurales de seguridad y paz como los denominaba Holsti, la guerra es una realidad diaria para las sociedades que han perdido el tren de la globalización. Pero las nuestras, posheróicas, solo están dispuestas a aceptar los inconvenientes de una contienda si esta es limpia y rápida. Las élites se convencieron, y convencieron a sus sociedades, de que una superioridad tecnológica abrumadora limitaría la duración, el coste económico y las bajas propias. La Revolución en los Asuntos Militares, que coincidió con la última década de la Guerra Fría, propagó una nueva falacia; que era posible la aplicación quirúrgica de la fuerza y concluir favorablemente un conflicto sin coste humano, al menos propio. Los muertos eran del enemigo, cuya criminalización estaba asegurada porque servían a una ideología, confundida con la religión, perversa y malvada. Los nuevos conflictos eran guerras justas. bie3 hŶĞdžĂŵĞŶĚĞůĂƐĐĂƵƐĂƐƉƌŽĨƵŶĚĂƐĚĞůŽƐĐŽŶĨůŝĐƚŽƐĞŶůĂWŽƐŐƵĞƌƌĂ&ƌşĂ͘ ĐƚŽƌĞƐĐŝǀŝůĞƐLJŵŝůŝƚĂƌĞƐ͗ĚŝĨĞƌĞŶƚĞƐĂƉƌŽdžŝŵĂĐŝŽŶĞƐ &ƌĂŶĐŝƐĐŽ:ĂǀŝĞƌYƵŝŹŽŶĞƐĚĞůĂ/ŐůĞƐŝĂ Francisco Javier Quiñones de la Iglesia* Comandante de Artillería ŽĐƵŵĞŶƚŽĚĞKƉŝŶŝſŶ ϯϬͬϮϬϭϳ ϭϴ


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