Page 982

BOLETIN IEEE 5

982 Introducción: El valor de los símbolos como elemento de combate En toda guerra o, por extensión, en todo conflicto los «símbolos» tienen un valor fundamental para entender el planteamiento de los grupos en combate y de quienes los apoyan o los padecen. Cualquier judío sufre de inmediato un escalofrío al ver la imagen de una esvástica y cualquier ruso mayor de 50 años siente no poca inquietud si pasa, incluso hoy día, por la plaza moscovita Lubianka, donde en su tiempo estuvo la sede central del KGB. El primero es un símbolo, es decir un icono que ha adquirido un significado propio ligado a un hecho concreto que ha causado un dolor enorme e inolvidable a un pueblo, en particular, y a la humanidad entera de modo más amplio. El segundo es una «cosa», un objeto, un elemento concreto, donde se llevaban a cabo unas prácticas que para una parte importante de la población suponen el «símbolo» de una época oscura, o —por decirlo de un modo más preciso— de una época compleja llena de prácticas oscuras y siniestras, por otra parte nada nuevo hasta hoy, aunque los símbolos hayan variado. Eliminar el valor de los símbolos es quizá una de las tareas más difíciles a las que se enfrenta cualquier estratega. Su arraigo, la profundidad de sus raíces en el humus del inconsciente colectivo es tal que cuesta incluso generaciones erradicar su carácter y desposeerlo de lo que podríamos denominar «potencia semántica». La guerra que se libra en Siria, con su ramificación en Irak, es un ejemplo perfecto del valor de los símbolos. Muchos de ellos los conocemos, por desgracia, ya que su principal impulsor, el grupo terrorista Estado Islámico (EI), se encarga de transmitirlos con abundante profusión de medios técnicos, literarios y políticos. Otros, por el contrario, nos resultan menos familiares; incluso me atrevería a decir que no llegamos a percibirlos en esa dimensión. En Occidente, sobre todo, propendemos con excesiva facilidad a analizar los acontecimientos de Oriente con criterios cartesianos, estableciendo el elemento racional como factor clave para hallar unas respuestas que, en la gran mayoría de casos, no están vinculadas a la razón, sino al inconsciente colectivo, al sustrato más profundo de unos pueblos a los que, por mucho que nos empeñemos en decir lo contrario, no conocemos, no entendemos y, lo que es peor, tampoco sabemos qué hacer para conocer, entender y, en definitiva, ayudar (y en su caso combatir, cuando se trata de este tipo de facciones extremistas) con eficacia. bie3 >ŽƐͨƐşŵďŽůŽƐͩLJͨĐŽŶƚƌĂƐşŵďŽůŽƐͩĚĞůĂŐƵĞƌƌĂ͗ƐŝŐŶŝĨŝĐĂĚŽLJĞƐƚƌĂƚĞŐŝĂĚĞůĂƐ ŽĨĞŶƐŝǀĂƐĐŽŶƚƌĂĞůƐƚĂĚŽ/ƐůĄŵŝĐŽĞŶ/ƌĂŬLJ^ŝƌŝĂ &ĞƌŶĂŶĚŽWƌŝĞƚŽƌĞůůĂŶŽ ŽĐƵŵĞŶƚŽDĂƌĐŽ ϬϮͬϮϬϭϳ ϯ


BOLETIN IEEE 5
To see the actual publication please follow the link above