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EL EJÉRCITO DE LOS AUSTRIAS Y SUS ORDENANZAS 127 Las disposiciones finales eran favorables a los soldados, dispensándoles una protección a los más viejos que se hayan distinguido en el servicio a la Monarquía mediante la creación de unas plazas con sueldo “en los lugares marítimos destos Reynos” y también se nombraría por el Consejo de Guerra un protector de los soldados que “vinieren a la Corte con causa justa para que tengan quien les ayude en sus pretensiones”. Tampoco se conseguiría gran cosa en los años siguientes, pues el marqués de Aytona en 1627 escribía un informe a Felipe IV, bastante demoledor46 y en la misma línea se manifestaban desde Bruselas en enero de 1630 con tintes aún más negros, si bien en el texto se apuntaban algunos remedios. Una realidad que el consejo de Guerra no podía ignorar, pues con frecuencia le llegaban escritos de las procedencias más diversas que denunciaban esos males y las pésimas condiciones en que se encontraban muchas de las tropas de la Monarquía. Como ejemplo hemos elegido unas cartas del Duque de Monteleón escritas el 13 de enero y el 18 de mayo de 1610 y pasadas a consulta al Consejo el 29 de ese mes47. Monteleón escribe para advertir que en Francia hay movilizaciones de tropas, según los avisos que le llegan, y notificar las previsiones que hace para que en caso de ruptura no estuviera la frontera desguarnecida o inerme, aprovechando la ocasión para exponer la difícil situación en la que se encontraba. El consejo, al dirigirse al Rey, insiste en que “es cosa de gran compassion lo que la dha. gente padece dexado aparte lo que importa al seruiº de V.Md. que los vean alli con tanta misseria estando tan a la vista de franceses y que assi sera obra muy digna de V Md. mandar que se acuda al remº della quanto antes fuere posible”. Una realidad innegable por la que memoriales y escritos de semejante tenor48 plantearon una vez más la necesidad de la reforma, encargando nue- 46  El marqués decía en su informe: “V.M. tiene estos estados sin que haya plaza proveída medianamente; porque españoles hay pocos más de mil, italianos no llegan a dos mil, alemanes es cosa perdida, porque vale más un regimiento de la liga católica o del emperador que once de V.M. Los borgoñones están deshechos; los walones son pocos, porque los mejores soldados se van a servir a otros príncipes, siendo imposible sustentarse en el servicio de S.M. Además de esto, no hay pólvora, ni balas, ni cuerda, ni palas, ni zapas. Los ministros inferiores se quejan de otros; y ocupados en hacerse cargos, que serían razón de dejarse para otro tiempo, se olvidan de tratar de lo sustancial de V.M.”. Clonard, Ibidem, pág. 394. 47  A.G.S., Estado, leg. 2640. 48  En el mismo legajo 2640, se encuentra el escrito de D. Luis Enríquez, gobernador y capitán general del reino de Galicia, que se queja de haberse quedado sin posibilidad de socorrer a la gente de guerra de su mando, mientras que D. Manuel Ponze reitera sus peticiones de que se socorra a la gente del presidio en Navarra, pues la miseria de aquella gente es tal que “nunca se ha visto, pues se han muerto de ambre algunos soldados y ydose otros muchos por la misma causa de suerte que se halla todo tal que aun para la guarda de aquel castillo no ay gente y se acavan todos si V.Mgd. no se sirve de mandarlos socorrer. Dos testimonios como otros procedentes de las fronteras con Francia que ponen de relieve una clara situación de indefensión y una angustiosa falta de recursos. Vid. fols. 90 y ss. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2017, pp. 127-134. ISSN: 0482-5748


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