Armas y Cuerpos Nº 135 83 Por lo tanto ha de mostrar su autoridad, actuando con fi rmeza y con tenacidad no permitiendo la más leve desobediencia siendo a la vez lo más justo en la aplicación de aquellos premios o castigos que el caballo merezca. Autoridad Lo propio del jinete es ordenar, es decir, exigir constantemente a su caballo su entrega al trabajo. No debe consentirle ni siquiera un instante, que por esa gran ley de la inercia que rige la naturaleza animal, la ley del esfuerzo mínimo, éste se entregue al abandono, es decir, se vuelva perezoso e inexpresivo. Por otra parte, sería un error creer que los caballos aprecian en sus jinetes la tolerancia de los descuidos, aunque aparentemente vayan más relajados y tranquilos. El caballo aprende pronto y no distingue entre descuido y debilidad. De este modo, cuando el jinete quiera volver a imponer su voluntad, el animal le exigirá hacerlo con el doble de fi rmeza. Por el contrario, el caballo cuanto más sabe que un jinete es fi rme, tanto menos ha de hacer uso de su fi rmeza. “Los hombres no buscan la complacencia de una autoridad débil; están contentos al encontrar alguna que sea fuerte y en la que puedan apoyarse; la fi rmeza viril les asegura; la debilidad complaciente les causa desconfi anza y a la postre les disgusta” (Lacordaire). Equidad Ser justo es una de las cualidades principales de un jinete. Un caballo, admitirá que su jinete sea exigente, hasta severo, mas se verá desconcertado por una maniobra desleal o por un acto arbitrario y, si como es lógico, no puede expresar en voz alta ese sentimiento, sí guardará en el fondo, una secreta herida, que un día u otro se exhalará en amarga queja, en forma de resabio, desobediencia, o defensa. Ser un jinete justo es reconocer con lealtad su error o su falta, no hacerla recaer sobre otro motivo, y mucho menos el achacarla sobre su caballo, que no ha hecho sino ejecutar, lo mejor que ha podido las órdenes imprecisas o incompletas de su jinete. “Para guardar justicia y rectitud, sed recto y leal en vuestros asuntos, sin inclinaros ni a la derecha ni a la izquierda, sino siempre rectos” (San Luis).
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