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TIERRA DIGITAL 31

Cultura poraba, consiguiendo que el terrorista interrumpiera el tiroteo. Eso le permitió realizar un pequeño avance de entre uno o dos metros y hacer una última serie de disparos, que detuvieron al terrorista y lo hicieron desistir de seguirlo. En ese instante empezó a recibir disparos desde otro origen de fuego, lo que le obligó a cesar en su acción y comenzar su avance de repliegue colina arriba. Podía sentir los disparos impactar a su alrededor y todavía no entiende cómo ninguno de ellos alcanzó su cuerpo. Saltando de un lugar a otro, buscando la mayor cubierta posible, logró salir de allí. Y mientras seguía subiendo, con los pies sangrando (porque seguía descalzo) y con un dolor muy intenso, animaba a todo el mundo a que siguiera hacia arriba: «Go!, go!, go!, up to the hill!, dont stop! (¡Vamos!, ¡vamos!, ¡vamos!, ¡hacia arriba! ¡no paréis!»). Desde lejos observó cómo los terroristas habían prendido fuego al recinto y, por todos los medios a su alcance, trató de dar su localización para evitar que las fuerzas que acudían al rescate pudieran batir la zona en la que se encontraban. Sobre las 16.50 comenzaron a oír disparos de armas de 12,70 mm provenientes de la zona baja de la colina; y eso significaba que las fuerzas de rescate se estaban enfrentando a los terroristas. Decidió aguantar la posición porque creyó que cualquier movimiento podría delatarlos y desde allí veían a las fuerzas malienses acercándose a Le Campement. Sobre las 18.00 un equipo de extracción español contactó con él, y escuchar esas palabras en lengua castellana, dulces a sus oídos, le alegró sobremanera. Entre las 18.15 y las 18.37 realizó y recibió múltiples llamadas, hasta que identificaron un collado donde se podía efectuar el rescate. Tocaba ahora subir hasta la divisoria. Entonces vio cómo la sed lo abrasaba y cuando decidió levantarse notó cómo sangraba por las rodillas y los pies. Avanzó un par de metros y cayó al suelo. Entendió que lo mejor era que el grupo subiera y él les cubriera con los cuatro cartuchos que le quedaban. Dos mujeres holandesas, entre lágrimas, se negaban a abandonarlo, así que se puso de pie en varias ocasiones, diciéndoles que estaba bien y que no se preocuparan. Cuando ya apenas podía moverse, por la intensidad del dolor, recorrió los últimos 30 metros arrastrándose, boca arriba, con un solo brazo. En ese momento escuchó, por radio, una conversación que estaba teniendo lugar a no más de 15 metros y gritó: «¡Estamos aquí!, ¡estamos aquí!». Una vez que llegó la ayuda, se reunió a todo el grupo y Miguel Ángel, ante la im- En ese instante empezó a recibir disparos desde otro origen de fuego, lo que obligó a cesar en su acción y comenzar su avance de repliegue colina arriba 66


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