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REVISTA ESPAÑOLA DEFENSA 349

regulada. El panorama económico que ofrece la Estrategia hace, por tanto, necesario «rejuvenecer» la economía y hacerla más competitiva. Un deseo de incrementar la competitividad del país que se está transformando en proteccionismo y aislacionismo. Se apuesta por reducir las barreras reguladoras, impulsar la nueva reforma fiscal, mejorar las infraestructuras —entre ellas, las energéticas y las digitales— y reducir la deuda pública restringiendo el gasto federal. De cara al exterior, la prosperidad económica se buscará con relaciones bilaterales justas y recíprocas que hagan frente a los desequilibrios comerciales y alejándose de bloques comerciales. Washington también buscará preservar el liderazgo en investigación, tecnología e innovación, priorizando en tecnologías emergentes como la nanotecnología y la inteligencia artificial. Y, al mismo tiempo, protegerá la propiedad intelectual que los competidores, de manera injusta o ilícita, tratan de robar o adquirir. Un ámbito, el tecnológico, en el que EEUU ha ido reduciendo su ventaja frente a otras naciones, en especial China. La Estrategia avanza así un concepto que hasta ahora no había sido ampliamente aceptado: la Base de Innovación de la Seguridad Nacional (National Security Innovation Base, NSIB). Ésta hace referencia a la «red americana de conocimiento, capacidades, y personas —incluidos la academia, los laboratorios nacionales, y el sector privado— que transforman ideas en innovaciones, descubrimientos en exitosos productos comerciales y compañías, y protege y mejora el estilo de vida americano ». Esa base o red debe ser protegida ante los esfuerzos de China y de otros países para robar la propiedad intelectual de EEUU. Esta última deja de ser considerada como una cuestión exclusivamente económica para ser un asunto de seguridad nacional. Sin embargo, la Estrategia pierde la oportunidad de reconocer que no se trata solo de una «red americana» sino de una red globalizada donde Estados Unidos es uno de los nodos centrales. También en este segundo pilar se abraza el concepto de dominio energético de EEUU. El país busca una posición central tanto en producción, como en consumo e innovación y busca convertirse en un gigante de la exportación de hidrocarburos. La ESN subraya, además, la voluntad de dirigir sus recursos energéticos hacia aquellos países forzados a depender de un único suministrador y donde la referencia a los países centro-europeos y su relación con Rusia parece clara. Y cómo era de esperar, hay una falta de énfasis en el cambio climático, término que no aparece como tal. Se afirma, por el contrario, que Norteamérica luchará contra lo que en círculos conservadores se denomina «la agenda energética anti-crecimiento» que se refiere a aquellas regulaciones sobre el clima que «quitan puestos de trabajo». La retórica sobre el clima ha cambiado: de ver el cambio climático en términos de seguridad nacional a ver las políticas climáticas como una amenaza a los intereses de Washington. Preservar la paz mediante la fuerza Se ahonda en la idea de que EEUU no ha sabido mantener ni seguir el ritmo de los cambios que ha habido en la competición militar durante los últimos años. El resultado ha sido para muchos una crisis de la primacía militar estadounidense con unos márgenes de superioridad de Washington que disminuyen y un gap entre los compromisos y las capacidades que crece. Le ha acompañado, además, un estancamiento estratégico que la nueva Estrategia tampoco resuelve. Así, erróneamente, mete en el mismo saco por un lado a Rusia y a China y, por otro, a Irán y Corea del Norte. El documento no reconoce la necesidad Abril 2018 Revista Española de Defensa 61 David Maung/EFE


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