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RGM MARZO 2018

TEMAS GENERALES llo de tal conflicto, sino explicar la intervención rusa en él y exponer cómo la voluntad y capacidad de Rusia para intervenir (alegando, entre otras razones, la necesidad de proteger etnias y ciudadanos rusos, de origen ruso o rusohablantes) han sido favorecidas por determinadas características de dicho conflicto y por la dinámica geopolítica regional. Es un enfrentamiento poliédrico, insertado además en la geopolítica global; de hecho, ha sido designado de diferentes maneras desde finales de los años 80: a la denominación inicial de conflicto étnico le siguió la de etnopolítico y político-étnico, mientras que para algunos autores se trataba de una pugna entre estados, sin motivaciones étnicas, y para otros de una disputa territorial. Como señala Rusetsky (2012: 62), «... la inadecuada percepción del contenido y de la sociología de los conflictos es una de las causas básicas y jurídicamente fundamentales de su carácter irresoluble». El South-Caucasus Institute of Regional Security (SCIRS) ha establecido un mismo patrón evolutivo seguido por este —y otros conflictos secesionistas surcaucásicos, como los de Osetia del Sur y Abjasia— que permite comprender cómo la propia conceptualización y definición del mismo explica la intervención rusa en él y la imposibilidad de llegar a acuerdos satisfactorios y definitivos, lo que beneficia a Rusia. Siguiendo el patrón del SCIRS, primero surgió el conflicto real entre las distintas partes. A continuación aparecieron los pseudoconflictos paralelos que desvirtuaron el real, añadiendo, modificando o suprimiendo sus auténticas motivaciones e incorporando actores supuestamente afectados o interesados en el enfrentamiento, fundamentalmente Rusia y los ciudadanos rusos, de origen ruso o rusoparlantes de las zonas conflictuales. Los pseudoconflictos se generaron potenciando artificialmente el componente étnico de la disputa política y rebuscando supuestos orígenes históricos del mismo, llegando incluso a esencializar étnicamente dichos conflictos políticos. Ello fomentó las enemistades étnicas y dio pie a la tercera fase, en la que actores que en realidad son parte del conflicto —Rusia sobre todo— se postulan como mediadores o pacificadores entre supuestos grupos étnicos o nacionales rivales. Así, aproximadamente el 75 por 100 de la población de Nagorno-Karabaj es cristiana y étnicamente armenia, mientras que la de Azerbaiyán mayoritariamente es musulmana y de etnia azerí. Sin embargo, estas diferencias no explican por sí solas la disputa, y el interés de estos y de nuevos actores —que son parte del conflicto— en perpetuar tanto el propio conflicto como los pseudoconflictos para obtener beneficios conduce a una fase de stand by o cuasipacificación en la que aquel queda supeditado casi completamente a los intereses —geoenergéticos— de Rusia, lo cual imposibilita una verdadera resolución del conflicto real que conduzca a una auténtica pacificación. Por ello, señala Rusetsky que «el paradigma de desarrollo de los conflictos caucásicos está orientado hacia el lado de la crisis y no al de la regulación» (2012: 62). 2018 231


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