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RGM MARZO 2018

RUMBO A LA VIDA MARINA obedecen los mandatos de un imán. Los estatolitos también están presentes en cefalópodos y crustáceos. Concluyamos, después de lo dicho hasta aquí, que los peces óseos se comunican con la vista y se oyen con un complejo sistema en el que interactúa un oído demasiado perfecto para que no sepamos cuál es su cometido final y una línea lateral que en la escala evolutiva va a perdurar hasta los renacuajos de las ranas, para desaparecer, definitivamente, en sus adultos. Ahora bien, la mar no es tan silenciosa como se dice. Lo que pasa es que tuvo una larga etapa de sonido larvado, un misterioso silencio trufado de ruidos emitidos en unas longitudes de onda que escapan a los sentidos del hombre y que es previa al regreso a la mar de aquellos animales que evolucionaron en tierra firme. Llegados a este punto conviene que recordemos que en el seno de la mar existen dos tipos de bichos: aquellos que respiran el oxígeno disuelto en las aguas (corales, equinodermos, peces) y los que necesitan subir a superficie para respirar el oxígeno atmosférico (aves marinas, tortugas, cetáceos, focas and company). Los primeros son los de casa, los de siempre, las auténticas criaturas marinas de toda la vida, y su evolución culmina en los peces óseos y, en cierto modo, ellos son los indiscutibles protagonistas del «mundo del silencio». Los segundos son aquellos que un día salieron de la mar para hacerse terrestres y millones de años después la echaron de menos y decidieron regresar al hogar familiar tras haberse reencarnado en lo seco, vete a saber si en algo parecido a la vaca que ríe. Y cuando estos hijos pródigos se En su regreso a la mar, las ballenas, delfines y demás cetáceos, las aves marinas, focas, leones y lobos marinos fueron los que trajeron, de tierra, la algarabía a la mar silenciosa. (Foto: I. Guzmán cedida por Jon Arrázola, a quien agradecemos la cortesía). 2018 285


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